Enigma (Los Van Vladoisqui)

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se abrasaban entre árbol y árbol, la yerba abundante abrigaba las
raíces.
Entre la fosca gris, entre los pinos, abetos, taigas, arces, hayas, olmos,
castaños, robles y una gran variedad de flores silvestres, que se daban
entre la escasa nieve que allí había, y, que cubrían en su totalidad lo
que parecía ser las ruinas de lo que fue una vez una imponente
mansión. Quedé boquiabierta y me olvidé de respirar. Lo que veía
parecía ficción, era magnifico. Y de nuevo me abarcó esa sensación,
la ilustre maravilla que me ocasionó la admirable vista provocó la
impresión de haber tomado la exacta reacción al verla con
anterioridad, pero parecía mentira por más real que se sintiese, jamás
antes había visto esa mansión.
- ¡Wow...! ¡Es... es maravilloso...! - Exclamé admirada - no puedo
creerlo ¿vivías aquí? -
- Sí, vivía. Fue hace mucho - masculló con tono nostálgico.
- ¿Y... que hacemos aquí? -
- Aquí se esconde el enigma de mi asesinato, el que jamás podrá
hacerse justicia - con tono triste. Suspiró-. Vamos.
Atravesamos unas columnas de cornisas que llevaban a una gran
puerta de madera, que me fue difícil empujar. Dentro del lugar se
disipaba la obscuridad y el suelo se hallaba cubierto de los restos
caídos de las frágiles paredes.
Tom me pidió que no me alejara de su voz. Me condujo a unas
escaleras que nos llevó a un segundo piso más opulento por la luz
solar. Sus paredes eran blancas y las columnas de este mismo con
bordados en dorado, las baldosas del suelo dibujaban una imagen,
una alfombra tirada en el centro. Estaba habitado por escombros,
polvo y antigüedades en buen estado aún, como unos muebles que
denotaban elegancia y una mesa de sala en el centro, una mesa
topacio en una de las esquinas que sostenía un insólito jarrón
plateado con verde esmeralda, estantes deshabitados cubrían una
pared, pinturas con marcos de plata rodeaban el lugar, por las dos
ventanas entraban las hojas de una helecho y las flores de una adelfa.
Luego continuamos por un pasillo amplio y largo, con pinturas de
personas colgando en sus dos paredes. Llegando a la última puerta se
detuvo frente al casi último cuadro; que retrataba a un hombre