Enigma (Los Van Vladoisqui)

138
Después los demás en la mesa se angustiaron y me indagaron con
preguntas. El profesor que estaba más cerca de nosotros, el profesor
Lewis, sentado en una mesa, completamente solo como de
costumbre, se levantó del asiento y se dirigió con paso apresurado
hacia donde nos encontrábamos. Era justo lo que no quería, tener la
atención de todos. Lewis se paró a mi lado y puso su mano sobre mi
hombro, lucia con su rostro una mirada penetrante, como se le solía
ver.
- Levántate, vamos a la enfermería - ordenó.
Obedecí su orden y me levanté de mi asiento, Jimmy intentó ir
conmigo, pero sonó el timbre de entrada a clases y el Mr. Lewis le
ordenó a él y a mis amigos regresar a clase. Luego llego Mark para
hacer las cosas aun peor, construyó una ruda e innecesaria discusión
con Tommy, pero Jimmy se hizo cargo y así me permitió dirigirme a
la enfermería con el Mr. Lewis.
Observaba mi mano cubierta en sangre, tenía los ojos clavados,
analizaba el rojo intenso que la distinguía, no parecía tener nada
diferente que la aislara de la sangre corriente en otra persona; no
parecía tener nada distinto para llamarla sangre negra.
Me embargó la sensación natural en un humano que previene y avisa
cuando unos ojos se encuentran fijos en mí, despertó una reacción
precisa al lugar de donde provenía. Se disipó un movimiento fugaz
para perderse en el aire que no alcancé a captar de quien se trataba, o
de que se trataba. Descubrí una semejanza familiar, pero era todo.
Luego entró la enfermera Martha en compañía del profesor Lewis en
completa mudez, permaneció así hasta que la enfermara abandonó la
sala. Antes de ello me había aconsejado pasar un buen rato allí
descansando y que luego me daría el permiso de seguir a clase.
- Tu sangre es muy roja - comentó - ¿Cómo te sientes? ¿Ya estas
mejor? - Preguntó mientras caminaba unos pasos hacia mí.
- Sí, solo fue un poco de sangre. Me pasa todo el tiempo - expliqué.
- Thompson ¿eh? Eres nieta de George Thompson, ¿sabes? Conocía
a tu abuelo, era un gran hombre. Fuimos amigos durante muchos
años. Te pareces mucho a él, en su forma de ser y... en su coraje -
Quedé atónita, no me esforcé en ocultarlo, pues quería que lo notara.
Me causó inseguridad que mencionara lo de coraje, él ni siquiera me