Enigma (Los Van Vladoisqui)

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totalmente atraídos por esa presencia que ignore el resto de la
habitación: si era dormitorio, los objetos en la habitación, el cómo
lucia, todo, me dediqué a ignoras lo demás sin percatarme de que
había otra presencia en la esquina opuesta, estática y observándome
detenidamente. Esta era una persona mayor, quizá cuarenta años,
usando ropas nada próximas a la época. En cuanto sintió que desaté
el pavor una sonrisa se inauguró en sus labios rodeados de
densidades de bello facial. Continuamente la presencia infantil volvió
el rostro, un rostro incompleto, el lugar en donde debía estar sus
ojos, conferidos con algún color de iris, en cambio, tenía dos órbitas
vacías y oscuras.
- ¡No quiero ojos curiosos en mi casa! - gritó repentinamente el
hombre.
Aquellas palabras bastaron para emprender a correr con toda la
fuerza de mis piernas por el pasillo.
- ¡Le arrancaré los ojos! -
La voz no se quedaba olvidaba en la habitación, continuaba siendo
cercana, lo que indicaba que imitaba mis pasos, que venía tras de mí.
Alcancé las escaleras, era momento de que toda aquella adrenalina
secretada por la glándulas no fallara en ningún paso, podía resbalar
por las escaleras y darse una docena de conclusiones para la
persecución, en la cual tres estrujaban mi cuerpo, morir, quedar
inconsciente o ser alcanzada por la presencia.
Alcancé la puerta. El temblor en mis manos volvía torpe la acción de
abrir la puerta, pero antes de conseguirlo una advertencia se
antepuso en mi cabeza; estaba yendo hacia Michael. Fui incapaz de
conducir a esa presencia cerca de Mike, así que me quedé allí,
aguardando, intentando estar preparada. Recosté mi frente contra la
puerta y encerré fieramente la perilla en mi mano, obligándome a
mantener la puerta cerrada. Respiré cuanto pude, cerré los ojos y me
dediqué a escuchar los pasos caminar hasta mí.
El cambio, este se inyectaba en mis venas. Algo había ingresado a
metamorfosis, algo de mi vida, un no sé qué que aun intentada
deducir, o dar un sentido. Sentía que las circunstancias empezaban a
apostar a mi favor.