Enigma (Los Van Vladoisqui)

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¿Lo ves? ¿Dónde está? Pronuncié cerca de su oído con voz
oscilante y recorrí una vez más el lugar con mis ojos.
Cruzó el pasillo… lo vi pasar por la puerta. Lo
juro castañeteando sus dientes.
Con eso, me di vuelta y observé la puerta que estaba a unos cuantos
metros, esta estaba desplegada pero no veía a nadie, a nada ¿Qué
estaba pasando? ¿Cómo es que mis ojos pasaban por alto una
presencia? ¿Cómo es que mi cuerpo no alzaba una guardia? Me paré
lentamente del suelo junto con Michael, él se sentó apresuradamente
sobre la cama sin desatar su mirada de la puerta y sin liberar mi
mano. Llené mis pulmones de aire para así dar un paso al frente,
cerca del umbral, y llevar mis curiosidades del otro lado. Primero,
asomé levemente la cabeza para tener una mejor vista de afuera de la
habitación.
Mike, no hay nadie
Hay esta… lo vi pasar la convicción que envolvía su expresión
era tal, que en definitiva había ocurrido, sus ojos lo habían
presenciado.
Avancé otro paso hacia la puerta, liberándome del apretón de manos,
me incliné y asomé un poco más la cabeza; mis ojos cubrieron el
pasillo, estaba iluminado por la luz de la luna que se colaba por un
ventanal en el cierre del pasillo, al extremo opuesto estaba un
aula amoblada, que, el pasillo atravesaba a la mitad y de lado adverso
se deslizaban las escaleras que descendiendo conducían al vestíbulo,
y ascendiendo conectan con el tercer nivel; la buhardilla. En aquella
aula la luz estaba ausente, nada se apreciaba desde aquella distancia.
Mike, no hay nadie allí le aseguré.
Dijiste que me creías el llanto le vencía.
No, Mike… yo te creo fui hasta él, lo tomé de su rostro, de sus
ojos brotaban las lágrimas y resbalaban. Haremos una cosa; tú me
esperas aquí mientras… yo… voy y miro. ¿De acuerdo? Ni siquiera
estaba escuchando mis propias palabras.
No tenía idea del porque le había dicho eso. ¿Desde cuándo asumía
esa actitud de osadía? Siempre fui tan cobarde; tal vez fue el rostro