Enigma (Los Van Vladoisqui)

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reaccioné rápido, aun así la puse sobre la imagen y lo presioné sin
importar nada, sosteniendo la Biblia en mi mano derecha.
El dolor vivo que recuerda el estado de la existencia, se esparció por
mi cuerpo impactado por la imprevista sorpresa. Tuve el tiempo de
reacción necesario para eludir las punzantes y desaliñadas manos, o
como se les llamara a esas horrorosas figuras con largas puntas
forradas en su extremo final por garras afiladas. Por más que rasgara
mi piel no soltaría el vaso que ahora estaba en su cabeza que emergía
de la pintura. Tom interpuso sus manos inertes para mí, pero
eficaces al tacto para el demonio. Apreté mis dientes y continuaba
recitando la frase para aprisionar el dolor, vi como caían gotas
continuas de sangre con un segundo de demora, mi visión se hacía
nublosa, mis ojos se entrecerraron y perdía la estabilidad de mi
postura, en verdad estaba lastimando mi cuerpo.
Las visiones actuaban cuando me encontraba ante una presencia de
otro mundo, veo con detalle el padecimiento de algunas almas en la
hora de su muerte, sus gritos desgarradores desahogan su dolor, las
lágrimas que bañan sus rostros ponen a la vista el sufrimiento. Me
siento como en primera fila observando cómo murió, es eficaz y no
se equivoca. Sin embargo, ignoro el procedimiento que requiera para
que funcione, pues con Tom nunca hubo una historia que mostrar,
por eso tuve que buscarla por mi cuenta. Tal vez me muestran lo que
quieren que vea, no lo sé. La visión siempre mostró la desgracia, no
obstante, en ese instante en que me encontraba sometida al dolor
bajo las impúdicas manos del demonio que vaciaban mis venas, llegó
a mí una maravillosa ilusión: Tom estaba a mi lado en el jardín de
rosas rojas, nuestras manos estaban atadas por el tacto, me vi
besándolo y nuestros labios respondían a su encuentro. Era como si
Tom fuera cien por ciento vivo. Disfrutar de tan majestuosa y
soñada vista me dio fuerzas que desconocía tener.
Lo que ocurría era una magia divina, no sabría cómo describirlo,
todo se volvía de repente inexplicable. En la atmósfera se sentía
pureza y serenidad, se podía respirar paz, era como… si al lugar lo
invadiera una frescura que aliviaba la tensión, como algo de Dios
cerca, o no sé, no sabría explicarlo.