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Enigma (Los Van Vladoisqui)

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas. Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas.
Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

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encajes, de un color no muy favorable, una especie de abrigo que<br />

supongo debió pasar años allí encerrado. Opté por buscar en mi<br />

maleta, elegí una chaqueta blanca que me quedaba grande.<br />

Ávidos nos dirigimos hasta la camioneta, en el interior de esta, y<br />

emanaban regodeo dentro de ella, incluso Dux compartía risas con<br />

ellos. Esperábamos a Bruce para así poder partir al parque.<br />

Mi corazón se aceleraba más en cuanto el camino se hacía más<br />

precario, y me resultaba extraño. Era como un presentimiento, como<br />

si las cosas no estuvieran transcurriendo bien. Mis ojos entraron en<br />

modo de alarma que divisaba cada fracción de mi entorno. En<br />

cuanto a mi cuerpo estaba preparado para cualquier sorpresa que me<br />

esperase. De cualquier forma, estaba convencida de que aquel<br />

fantasma me asistiría como prometió, me aferré a eso para<br />

mostrarme más serena e intentar contagiarme del júbilo de todos en<br />

el auto. Recé en silencio para mantener la calma, para irrumpir mi<br />

cabeza con pensamientos disímiles a los de amonestación, pero los<br />

presentimientos me habían atropellado con anterioridad. Sabía<br />

reconocer uno, son fríos y causan pavor inquieto hacia algo<br />

desconocido, hacia las profundidades de la neblina, pero por lo<br />

menos no peor que el miedo sádico. A veces subjetivos, en otras<br />

ocasiones... inminentes.<br />

Formábamos una hilera para pagar el boleto de entrada, la brisa<br />

azotaba a las personas, me arrepentí de no haberme puesto aquel<br />

abrigo peludo y café. Mi aliento en exceso estaba helado, y me<br />

costaba sentir mis manos, comencé a asustarme, podría darme<br />

hipotermia; fue entonces cuando por primera vez Thomas tuvo un<br />

acto de gentileza para mí.<br />

- ¿Tienes frío? - Susurró.<br />

- Sí... - con voz temblorosa.<br />

- Toma - se quitó su abrigo y me lo ofreció.<br />

Ahora si estaba convencida de que algo andaba mal ¿Thomas<br />

ofreciéndome su abrigo? Ese no era él, no era su comportamiento<br />

habitual.<br />

- No, es tu abrigo... úsalo tú - mientras soplaba mis manos con mi<br />

aliento para calentarlas.<br />

- Hace mucho frío, póntelo - con voz gentil me lo ofreció de nuevo.

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