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Enigma (Los Van Vladoisqui)

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas. Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas.
Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

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en la entrada. Miré en mis palmas gotas de sudor resbalar en un<br />

frenético desespero, mi cuerpo estaba tensionado y no obedecía mi<br />

orden para entrar, todo hasta que un estridente trueno luminoso<br />

irrumpió el silencio del cielo cubierto por una capa de ligera<br />

oscuridad. Rompí la quietud y caminé hacia donde se hallaba el<br />

detestable hoyo en que depositarían su cuerpo inmóvil, las lágrimas<br />

cada vez se hacían más difíciles de reprimir.<br />

En el aire se esparcía una peste nauseabunda, la peste que trae<br />

consigo la abominable muerte, su presencia últimamente muy<br />

seguida que se delataba con su aroma y que me alertaba de lo infernal<br />

y ruin avecinándose. Su solo olor me intimidaba, una sola cantidad<br />

que entrara por la nariz llamaba el terror custodiado por nauseas.<br />

Con mis manos cubrí mi nariz y boca, pero nadie imitó mi reacción<br />

ante el hedor, tampoco Jimmy al que le pareció extraña mi actuación.<br />

Luego ya no pude soportarlo más, me urgía salir corriendo de la<br />

fetidez.<br />

- Veré la tumba de mi abuelito, hace mucho no vengo a verlo. No<br />

me tardo - le expliqué a Jimmy.<br />

- Déjame acompañarte - me solicitó.<br />

- No, necesito un momento a solas, quédate aquí que no voy a<br />

tardarme - aclaré.<br />

Me apresuré para no darle tiempo de insistir, aunque era una decisión<br />

muy respetada en esta ocasión. Conduje mi cuerpo al lugar en donde<br />

yacían los restos de lo que un día fue un valioso hombre llenó de<br />

sueños y esperanzas, invadido en compasión y disposición por quien<br />

lo necesitara. Dejé en su lapida unas rosas blancas que tomé de un<br />

adorno floral en las exequias, me senté a un lado y derramé en el<br />

suelo las lágrimas cohibidas desde la mañana.<br />

- Abuelito… tengo miedo, temo volver a estar sola, ya no quiero<br />

sufrir más. Ayúdame, por favor… que todo acabe y… -<br />

Me interrumpió un grito ensordecedor que traía el aire consigo. Tras<br />

no encontrar el lugar del nacimiento de aquel baladro comencé a<br />

rezar un padre nuestro. Comprendí que se había acabado la<br />

privacidad. No pude terminarlo, fue impedido por el miedo. La<br />

tumba del abuelo que por ninguna razón la hubiera confundido con<br />

otra, su nombre George Thompson era otro, aparecía como Franklin

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