Enigma (Los Van Vladoisqui)

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- Me acompañas por un portafolio a la casa -
- Seguro -
Se mantenía un incómodo silencio que se extendía conforme
avanzábamos por las calles, temí ser imprudente e entrometerme en
asuntos que no me concierne, pero era urdidor apreciarlo totalmente
sumergido en sus pensamientos; ignoraba todo a su entorno, se veía
como muy probablemente luzco yo cuando me adentro en mis
cavilaciones, y a veces necesito que alguien me hale de ellas para que
estanquen las mortificaciones.
- ¿Qué ocurre? - quise conocer sus meditaciones.
Mantuvo su mirada al frente y bufó con una risilla que estiró sus
labios.
- Ocurre lo que siempre acontece cuando vengo a Vancouver:
problemas. Ya no sé ni que rumbo tomar, ahora que estoy próximo a
graduarme. Él dice que pagará mi universidad con la condición de
que me mude aquí, solo quiere doblegarme bajo sus reglas. No lo
pienso permitir. En cuanto me gradué no me quedaré en Portland ni
en Vancouver, quiero viajar a Salem quizás; mi madre tiene unos
parientes allí y tienen un taller de autos, podría trabajar allí un tiempo
mientras junto el dinero para ingresar en alguna universidad -
Sus pensamientos de cólera vieron la luz, liberó durante el camino lo
que lo irritaba, le preocupaba o anhelaba. Se vio interrumpido
cuando llegamos a la reja de acceso a la casa, para aquel momento su
voz se sentía más serena.
- ¿Me esperas aquí? -
Ofuscó su gesto ante la pregunta.
- ¿Por qué no quieres que entre? -
Rayos...
- No, solo decía... -
Lógicamente no tenía una excusa, no sin tener unos minutos previos
para armarla.
- Pues bien, entra y yo espero - accedió para mi sorpresa. Quizá era
el espacio que le había pedido unos días atrás, cuando se empeñó en
sacar de mi boca una explicación para aquel día en el que me
encontró arrodillada en suelo, con los oídos cubiertos por mis manos
y petrificada por el miedo.