Enigma (Los Van Vladoisqui)

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Por entre mis labios se escapó el sonido del llanto, y un río de
lágrimas lo acompañaba. Me arrebatarían el corazón.
Tom no pudo resistirlo más, y una lágrima se deslizó por su
intangible mejilla y cortó su voz. Rompió el hielo de su inmovilizada
postura y caminó con cautela hacia mí; mi reacción continuaba
petrificada y muriendo de dolor. Con sus dedos limpió las lágrimas
de mi rostro; aunque no pude sentir sus tacto rozarse con mi piel. Y
sus ojos de azul cielo profundo brillaban a causa de la luz que se
mezclaba con la humedad de sus ojos.
Esto me está quemando por dentro. Me duele también. Se siente
como morir otra vez susurró cerca de mi rostro con suplicio en
aumento en cada palabra que formuló.
¡Me arrojas al limbo! Culpé con el llanto interviniendo en el
murmullo de mi voz.
No, no digas eso. Por favor no lo digas, es lo último que querría.
No vayas a lastimarte de tal manera. Tienes mucho por vivir…
mucho que ver… hay más. Vas a ver como el tiempo me borrará de
tu memoria. Caroline, sé feliz por los dos murmuró.
Su voz como la mía se esforzaban por sobre salir por entre los
dientes. Luego con voz casi imperceptible susurró:
Adiós…
Sucumbiría en el fuego que me quemaría durante mi lecho de vida,
durante mi gemebunda existencia. Como perecer una condena en mi
propio infierno, como arder en las llamas de mi pena.
Su espalda ocultó su rostro mientras caminó a una luz tan cegadora a
la que herméticamente había ignorado en el momento de su
aparición hasta el instante en que Tom caminó hacia ella, consiente
que esa luz se lo llevaba para siempre; borrándolo de mi vida,
desapareciéndolo de mi futuro.
Un quejido cortante se escapó desde lo profundo de mí ser para
privarme los latidos, la sangre, el cuerpo. Un quejido de llanto que
tensionó su espalda dirigiéndose a las escaleras donde nacía la
cegadora luz.
¡Tom! ¡No… por favor…! ¡Tom…! Supliqué hasta que la flama
me cortó las cuerdas vocales.