Enigma (Los Van Vladoisqui)

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De momento me inquieté cuando sonaron pasos a mis espaldas, solo
era Thomas que se adosaba hasta mí corriendo, con la hiperactividad
que le recarga el cuerpo.
- ¡Déjame hablar con ella! - Interrumpió saltando a mí alrededor.
- ¡Espera un segundo! - Respondí con tono irritado ante la tensión -
mamá… ¿Eh, cómo le terminó de ir a papá? - Continué.
- Bien, cariño, hablé con él hace un par de horas y su acenso parece
seguro. Pero dime, ¿el niño cómo está? -
- ¡Qué me dejes hablar con ella! - Jaló mí brazo.
- Que te esperes - coreado por un gesto de furia - Bien. Él está bien,
insoportable como siempre - musité entre dientes.
- Tu papá les va enviar más dinero… -
Entonces ignoré a mi madre, también a Thomas saltando tras de mí
pidiendo hablar con ella, dejaron de ser el centro. Sentí como me
quedaba sin aire y la desesperación se arrastraba por mi carne hasta
ceñirme; el ambiente se hacía tenso y asfixiante, una metamorfosis
ambiental que excitó el terror. De repente mis ojos dejaron de
parpadear y simplemente observaban las escaleras, idos. Mi cuerpo
no acudía a la orden de cerrarlos, era inútil, perdí el control de mi
propio sistema, estaban totalmente desorbitados. El aire helado
erizaba mi piel, de mis palmas resbalaba sudor y no podía ni pasar
saliva.
Una presencia maligna e intangible se posó en el extremo superior de
la escalera, ascendiendo, llevaba una sonrisa de esquina a esquina;
fielmente, el impulso de gritar se presentó, me sometía, y otra vez
recordé que sería una tontería hacerlo, siempre la misma espina en
mi columna, pues al fin y al cabo al igual que todos, no me creerían y
pondrían en duda mi cordura. Así que, intenté recuperar la
respiración. Lo que fuese esa cosa, mostraba quemaduras y
desfiguración en todo su cuerpo, las llamas se habían comido su piel.
Subió los últimos escalones, alcanzado completamente el segundo
nivel, su aspecto se perdió de mi alcance perspectivo, solo entonces,
cuando se hubo desaparecido en los recintos del otro nivel, pude
recuperar la estabilidad de mi cuerpo totalmente petrificado.
- Caroline, cariño, ¿estás ahí? Contéstame - Insistió mi madre con
tono alarmado tras la larga pausa de silencio.