Enigma (Los Van Vladoisqui)

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Giró su rostro con un movimiento delicado y precavido. En
definitiva su intención no era provocarme el más mínimo miedo, tal
como lo indicaba su aura. En su rostro se formó una expresión de
confusión.
¿Volver? Inquirió.
Lo lamento, pero... no lo comprendo... ¿podrías ser más claro? Por
favor... ¿volverías? Insté.
Su silencio se prolongó otra vez, su rostro se volvió pensativo y
luego de un incómodo minuto pronunció:
... No lo sé dudó.
Por favor casi supliqué.
Pero no contestó, simplemente se dio la vuelta y se desvaneció con
continuos pasos, como si el viento se lo llevara.
Durante unos minutos le di vueltas en mi cabeza a lo que había
sucedido tratando de entender, recreé una y otra vez la escena, las
palabras. Me senté en el sofá para reflexionarlo con más calma y así
se me pasaron los minutos, ¿Qué había sido todo aquello? Era
absurdo, no tendría una respuesta esa misma noche.
Al volver a la habitación Michael estaba bajo las cobijas; clara señal
de pavor, me había olvidado por completo de él, de su pavor
rigiendo en su cuerpo. Me senté a su lado y desarropé con suavidad
su cabeza cubierta por la sabana.
¿Mike? ¿Estás bien? Susurré al compás de la noche.
¡Caro... te demoraste mucho! Con voz temblorosa.
Mike se lanzó sobre mí con un abrazo casi asfixiante y con unas
lágrimas deslizándose por sus mejillas, colocó su cabeza bajo mi
mentón. El grado de angustia que debió atormentarle se demarcaba
ahora, en ese instante.
Mike lo lamento. Pero todo está bien con voz tenue.
¿Lo viste? Preguntó.
¿Verlo?
Sí, ¿al hombre quemado?
Claramente se refería al espectro.
No, no hay nada