Enigma (Los Van Vladoisqui)

88
- ¡Rayos! Tengo que irme. Se ha hecho tarde -
Corrí con afán de regreso hacia donde veía a las personas. Solo
esperaba que Dux no estuviese enojado.
- ¡Aguarde! - Gritó Tom.
Detuvo mi marcha y me di vuelta hacia él.
- ¿Cuándo puedo buscarla? -
- En cualquier momento -
Dux estaba buscándome por todos los lugares, tuve mucha suerte al
encontrarlo tan rápido. Le ofrecí disculpas, pero su disgusto era
evidente.
- ¿Por qué tardaste tanto? - con el ceño fruncido.
- Ya te dije que lo siento, se me perdió el tiempo. Perdón -
- Vamos rápido, no tardan en venir a buscarnos -
Llegamos hasta donde estaba mi familia y por supuesto fuimos
interrogados por Bruce, pero dejé que Dux se encargara de contestar.
Una vez atravesado ese obstáculo pude compartir en total calma la
tarde con ellos.
Los siguientes días parecía que pasaban sin avisar, quince días más,
pero parecieron menos. Durante esos días, Bruce se esforzó por
hacer que las vacaciones fuesen sembradas en nuestra memoria.
Bonito detalle. Las vacaciones se estaban acabando al fin, y "al fin"
no porque hubiesen sido tremebundas, de manera antípoda a lo que
esperaba, fueron reveladoras; subiría al avión con una esperanza,
viajaría hacia el final de mi maldición.
El treinta de enero de dos mil diez, ese día no solo regresamos a
Portland, sino también fue el día que dio inicio a una serie de
enredos, enigmas. En lo recóndito, en las sombras, me introduciría
en lo desconocido.