Enigma (Los Van Vladoisqui)

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es tan irritante, pero supongo es algo natural; con el tiempo aprendí a
ignorarlo, pero… era bueno tenerlo cerca, así distraía mi mente de
aquellos pensamientos y recuerdos frustrantes, medrosos. Dux es
más secundario; tiene diecisiete años y es mucho más crédulo con
referencia a lo paranormal, curiosea al respecto. En muchas
ocasiones he recurrido a él como fuente, simulo poco interés por lo
que le pregunto, cubriendo lo que acaece, pero él tampoco tiene esas
respuestas.
Acabado mi equipaje me restó arrastrarlo hasta un rincón de mi
habitación, y aguardar; dentro de unos cortos minutos llegaría mi
padre del trabajo y nos llevaría hasta el aeropuerto. Mis manos
temblaban conforme avanzaba el tiempo, pronto este viaje indeseado
se haría realidad, y nuevamente los peores temores despertarían, era
consiente hacia lo que me dirigía. Pero una variación me sacó del
temor dedicado al viaje, pues noté que un portarretratos que lucía
una fotografía mía en compañía de mi hermano, se había mudado de
mi rinconera al escritorio, no acostumbro a ver ese tipo de
actividades en mi estancia, a menos, claro, que yo lo haga. Es
angustiante, solo entes poderosos pueden manipular objetos. ¿Qué
podría apreciar de mi fotografía? ¿Qué pudo atraer su interés, en
grado de demasía, para tomarla? Me puso la piel de gallina.
El auto de mi padre rugió al estacionarse frente a la casa, esto
distrajo mis cavilaciones y corrí en asistencia sujetando en mano una
maleta y llevando al hombro mi mochila. Salí de la casa, Thomas y
Dux pasaban su equipaje a mi padre mientras lo acomodaba en el
baúl. Entonces aguardé mi turno, solo que durante la dilación golpeó
en mi espalda la sensación de que alguien observa, y
la atmósfera sufrió una metamorfosis, se volvió densa, dura; esos son
los primeros indicios de una presencia fantasmal al asecho. Los
indicios nacía desde la ventana del segundo nivel, más exactamente,
la ventana de mi habitación. Allí, con una mirada fija y su rostro
levemente visible por los cristales de la ventana, una sombra
petrificada fijaba sus ojos en mí, no conseguía distinguirla, una nueva
presencia a la que jamás antes había percibido, y lo más extraño aún,
era que no provocaba sentimiento alguno de miedo, era una
presencia… diferente, de apacible tranquilidad; creo, pues eso fue lo