Enigma (Los Van Vladoisqui)

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Sí… tengo que entrar. Gracias por acompañarme sonriéndole.
Fue un placer. Si… quieres que… bueno que nos sigamos
viniendo juntos camino a casa después de la escuela, podría esperarte
en la esquina de tu escuela. Si no te molesta propuso.
En mi rostro aún permanecía una sonrisa esparcida; me hizo sentir
un brillo interior, como si el dolor se hubiese atenuado, pero todo
eso no era más que un momento disfrazado.
Sí, me encantaría coincidí.
Raely había sido una muy grata compañía y no quería separarme de
él, aunque no tenía el valor de suplicarle si fuese necesario que me
acompañara el resto del día.
Solo bastó una pregunta para que mis ojos brillaran por la humedad
repentina que se formó en ellos, solo bastaron unas palabras para
recordarme que ya no tenía una vida, y la parte que me mantenía de
pie se había marchado a la eternidad.
Antes de ello, antes de su pregunta, Raely me había contemplado en
silencio mientras yo le sonreía. Debió ser incomodo, puesto que sus
mejillas se tornaron aún más rojizas, y sus ojos se volvieron tímidos.
Entonces fue cuando formuló su pregunta que desató otra vez el
incendio.
¿Puedo hacer algo?
Me recordó a él, me perdí en el recuerdo de aquel invierno insensible
y tosco en el que Tom deslizó una caricia delicada a través de una
gota de agua sobre mi piel, y esa vez que confesó lo que por mi
sentía, cuando pude sentir sus labios y el calor en su toqué.
Exactamente como antes mi respuesta fue inconsciente e inmediata a
como cuando Tom con un incierto tono en su voz la hizo.
Sí… asintiendo.
Temí por la consecuencia que esto trajera, ya no se trataba de Tom.
Como caer al agujero de mi propia tumba esperando ser ocupada por
mi cuerpo inerte. Temí que se hiciera más profundo, a tal punto de
que ya nadie pueda oír mis gemidos para auxiliarme. No entiendo
cuando me hice tan buena para mentir; en mi mirada se podía ver la
agonía de mis ojos. ¿Por qué las personas solo veían un cambio?