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Enigma (Los Van Vladoisqui)

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas. Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas.
Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

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75<br />

Su nombre<br />

No volvió. Día tras día le esperaba, le buscaba. Noches en vela, la<br />

suave luz de la luna confiriéndome visibilidad y cuando el reloj<br />

profetizaba minutos para la tres de la madrugada, dimitía. Por cinco<br />

días se cultivó la ausencia, días llanos.<br />

La nieve no cesaba, no se escuchaba más que silencio, el frío ya era<br />

costumbre. La gran pared de cristal de la sala mostraba del otro lado<br />

los copos de nieve caer al suelo; debido a la altura superior en la que<br />

estaba ubicada la casa se podía apreciar también las blancas y heladas<br />

montañas a kilómetros de distancia, los árboles y los jardines que<br />

antes los empapaba y cubría el verdor. Parecía una vista aburrida. En<br />

la tarde del día seis, acabábamos de llegar de la pista de patinaje al sur<br />

de la ciudad. Llegamos entumidos por el frío y nos sentamos frente a<br />

la chimenea a comer malvaviscos.<br />

Como es propio en toda ansia, se atesora que el tiempo trascurra<br />

pronto, pero este más lento se hace. El sueño comenzaba a ganarme,<br />

el día me había dejado exhausta. Lo que me mantuvo despierta fue el<br />

ruido que hacían Thomas y Sarah jugando con las almohadas, y luego<br />

de que se durmieran, intenté subiendo todo el volumen de mi<br />

reproductor con la intención de que tal ruido me mantuviera<br />

despierta. Qué irónico, cuantas noches deseé que mis ojos<br />

reclamaran el sueño y ahora que me apetecía estar despierta mis ojos<br />

cedían. Me levanté de la cama constantemente para mojarme el<br />

rostro en el baño.<br />

Las doce de la noche y todo estaba apagado e invadido por el<br />

silencio; la nieve no daba marcha atrás, intensas luces bañaban la<br />

ciudad, a tal alcance que llegaban a la sala y la llenaban de<br />

luminosidad. Faltaba poco para que me diera por derrotada y<br />

acudiera a dormir. Antes de ellos, me di la última oportunidad para ir<br />

a la cocina y tomar un vaso de agua, mojarme el rostro por última<br />

vez, y al final regresar a la cama.<br />

Hacia un poco de frío así que preferí tomar un vaso de leche caliente,<br />

lo bebí rápido y luego mojé mi rostro en la llave de la cocina y por<br />

ultimo lavé el vaso, sacudí mis manos para deshacerme del agua

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