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Enigma (Los Van Vladoisqui)

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas. Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas.
Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

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198<br />

Reminiscencias<br />

Como la muerte interviene a través de un vivo para arrastrarse un<br />

alma, es para él como su juguete que maneja a su antojo, si el alma es<br />

débil, es manipulada. Un veneno, un arma, un puñal clavado en el<br />

pecho, o un puño apretando la ira pecaminosa por el prójimo, son<br />

las que arrebatan la vida sin ningún grado de piedad. Escapar de<br />

entre el ojo de la muerte es una suerte que no muchos contemplan.<br />

Caled Donegal escuchó el zumbido de la codicia, y la muerte lo<br />

convirtió en su juguete.<br />

La tenue luz procedente del cielo bajando la guardia ante la noche<br />

que nos cobijaba, el rojizo de las nubes se hacía más oscuro, una<br />

brisa fría volaba en el aire mientras nos tendíamos en el césped<br />

envuelto en un círculo por rosas rojas; sentados contemplábamos la<br />

puesta de sol.<br />

<strong>Los</strong> celos no me tomaban comúnmente, renunciaba a ello, pero era<br />

inaguantable sostenerlos, aunque abatía contra la molesta idea de que<br />

Tom un día amó con intensidad a Elizabeth, podríamos ser la<br />

misma, podríamos parecernos en todo, pero no conseguía imaginarla<br />

y aceptarla como yo misma. Recordé el testamento, la parte en que<br />

mencionaban que Tom se casaría, no sabía que parentesco había<br />

formado con ella, ni que significaba para él aquella otra mujer, solo<br />

pensaba en que si hubiera vivido se hubiese casado con ella y eso la<br />

hacía importante.<br />

Es egoísta pensar en que quiero que Tom esté siempre a mi lado. El<br />

miedo a perderle, incluía el día en que partiría al descanso eterno, yo<br />

misma le había dado esa oportunidad, le había devuelto los recuerdos<br />

custodiados de alivio que lo conducirían a la eternidad, por un lado<br />

me atacaban como fusilada, pero por el otro lado intentaba con<br />

esmero y esfuerzo sentir alegría por él, aunque me quemara por<br />

dentro.<br />

Por varios días estuvo posponiendo relatarme lo de los recuerdos<br />

que había recuperado, así que quise llegar de a poco a ellos.<br />

- ¿Ibas a casarte con esa mujer que mencionan en el testamento de tu<br />

abuelo? Anne Catalina Robinson la hija del duque tercero - Mascullé.<br />

Tom sonrío de forma traviesa.

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