Enigma (Los Van Vladoisqui)

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Escuché un estruendo crujir en el aire y recorrer el recinto, los pasos
se movían desordenados y hacían tronar la baldosa con las pisadas.
Aun no me atrevía a volver el rostro, aunque la curiosidad
pronunciara mi nombre a gritos. Gruñidos, emitidos por dos grupos
de cuerdas vocales diferentes, ¿dos presencias? De repente una de
ellas se alzó en voz, gritaba forzosamente para liberar lo que parecía
una percepción sensorial de dolor y se volvió feroz, liberando
sonidos aterradores que rompieron el equilibrio de mis piernas.
Coloqué mis manos sobre mis oídos, esmerando impedir el paso de
esos sonidos; vagamente daba resultado. No sé cuánto tiempo
transcurrió, varios minutos probablemente, mientras que inmóvil,
arrodillada delante de la puerta con las vías auditivas siendo cubiertas
por mis manos, me mantuve allí. Parecía que los sonidos habían
cesado, sin embargo no recolectaba el valor petulante que me
persuada de mirar atrás y descubrir mis oídos.
Alguien me tomó del hombro. Inmediatamente las lágrimas fueron
solicitadas en mis ojos y un escalofrió resbaló por mi columna
vertebral. Me negaba fieramente a dedicarle la mirada.
- ¡Caro! -
Su voz se coló en mis oídos, solo así pude quebrar mi inmovilidad y
resistencia. Me lancé a los brazos de Dux y escondí mi rostro contra
su pecho. Dux permaneció en silencio, sin cuestionarme y
simplemente me permitió abrazarle. Aun no quería mirar. De pronto
desee revelar mi secreto al mundo entero y así encontrar a alguien
me ayudara, pero para añadir a la lista de mis desgracias: le temo a lo
que piensen acerca de mí.
- ¿Qué ocurre? -
Despegué mi rostro de su pecho y me encontré con su mirada; una
vez más n su rostro se reflejaba la ofuscación. ¿Qué le iba a decir?
- Confía en mí - susurró.
Sus palabras me revelaban sospecha.
- Nada... -
- No te creo -
No había nada, cubrí cada rincón con mis ojos y no vi a nadie, solo
Dux.
- Caro, dime - exigió.