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Enigma (Los Van Vladoisqui)

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas. Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

¿Qué existe más allá de la línea de la vida? Caroline lo sabe, aunque deseara con fervor desconocer el mundo tras la muerte. Se consume en su maldición mientras sus gritos ahogados se van con el viento. Nadie la auxilia, pero conocerá a Tom, y en él encontrará unos brazos cálidos que la resguardan. Pero pronto surgirá un nuevo ardor: pues nacerá en ella un sentimiento prohibido, imposible, que la hala al más allá, en donde yacen sus pesadillas.
Esta historia se introduce en lo desconocido, se basa en un nudo de misterios y se desarrolla lo imposible.

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día solo desaparezcan, me encuentro confundido y si no aclaro mi<br />

vida pasada... - con un hilo de voz dijo - terminaré condenado.<br />

- Podría ayudarte - ofrecí.<br />

Él volteó su rostro con esmero hacia mí, sus ojos reflejaban aflicción<br />

y parecían brillar, quizá por una lágrima que retenía.<br />

- ¿Cómo podría? - Con tono apagado.<br />

- No lo sé, algo se me ocurrirá, pero... podría -<br />

- No, no tiene por qué hacerlo. Eso solo le traería más problemas -<br />

discrepó.<br />

- Me ayudaste. Lo justo sería corresponder igual. Déjame ayudarte -<br />

- Usted es muy amable, pero es una labor del todo difícil y no se<br />

asemeja en lo más mínimo con lo que hice por usted. Estaríamos<br />

disparejos, sin mencionar que requeriría de mi ayuda y presencia en<br />

ello también - se opuso.<br />

- A mí no me molestas... sé que eres... bueno. Si me dejaras ayudarte<br />

no me rendiría hasta saberlo. Por favor. Quiero hacerlo - insistí.<br />

Se tomó varios segundos para considerarlo, varios segundos en los<br />

que el silencio reinó.<br />

- Está bien. Siempre y cuando me permita serle de más ayuda con lo<br />

que usted necesita saber - concordó.<br />

- ¿Sería como un trato? - Inquirí.<br />

- Sí, es un trato - susurró.<br />

Eran las tres y treinta y tres de la madrugada, y, mi estancia con él era<br />

cómoda, llevadera. Hablaba de lo diferente que era su época a la<br />

presente, de las fachadas de las antiguas casas de Portland, de allí<br />

provenía. Describía los paisajes exuberantes de montañas y bosques,<br />

de la cortesía de los habitantes, de los carruajes y los caballos, los<br />

juegos de polo.<br />

De vez en cuando suspiraba con nostalgia, pero esto no le impidió<br />

continuar; habló prodigios de su madre y de su padre. Narró acerca<br />

de las fiestas que se realizaban en aquel entonces, noté como se<br />

iluminaron sus ojos cuando su historia meditaba y exigía que<br />

pronunciara el nombre de "Elizabeth", cuando lo hizo, sus ojos se<br />

llenaron de brillo y la recordó en silencio por unos segundos.<br />

A las cuatro y cincuenta y dos de la madrugada, Dux se levantó al<br />

baño, fue entonces cuando fui consciente de la hora que era y mis

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