Enigma (Los Van Vladoisqui)

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toda la verdad acerca de mí. Llegaría a casa de la abuela, donde Tom
estaría esperándome para que halláramos los manuscritos, y hurgaría
entre las pertenecías del abuelo hasta encontrarlos.
Tom estaba en un noventa por ciento convencido, de que allí se
encontraban. Mi abuelo le había dedicado a ello tantos años y sus
pertenencias permanecían intactas en su casa.
Dos P.M., y el timbre sonó anunciando la hora de salida. Jimmy me
acompañó un par de avenidas contándome sobre sus vacaciones en
Los Ángeles y de la nueva atracción que le provocaba Cary, era cierto
que ella había cambiado para florecer. Antes, era demasiado delgada
y eso le acomplejaba, pero antes de las vacaciones supimos que se
había inscrito en un tratamiento para coger peso y vaya que
funcionó, su piel era más viva, su cabello brillaba y sus mejillas ahora
siempre estaban ruborizadas, estaba hermosa. Ahora, Jimmy le
interesaba. Él nunca dudó para contarme cualquier cosa que le
aconteciera, pero al contrario de mí jamás he tenido el valor para
confiarle lo que me pasa. Aunque se haga un montón de
suposiciones acerca de mí nunca he aclarado sus dudas.
- Bueno… hasta aquí te acompaño - dijo.
- Está bien. Ya te alejaste mucho de tu casa. Cuídate - me despedí.
- Adiós… - caminando de espalda y agitando su mano el
aire mientras sostenía en sus labios una sonrisa - ¡ah! Ahora que lo
recuerdo, mi amigo Derek quedó fascinado contigo desde el año
pasado. Te envía saludos y que te preguntara cuando salías con él. Es
un buen chico ¿Qué le digo? - Con tono retozón.
- ¿En serio? ¿Qué crees que le voy a decir? - Riendo entre dientes.
- Bien, le diré que no te interesa, pero si me preguntas mi opinión,
pienso que ya es hora que te des la oportunidad con alguien - rió
mientras se alejaba.
- Adiós - reí en conjugación con él.
Luego de caminar unas calles y tomar el metro llegué a casa de la
abuela. La vieja casa de madera estaba cubierta por la nieve y la
pintura verde de su fachada, divisaba peladuras, algunos vidrios de
las ventanas estaban rotos, la madera de las escaleras carcomida, el
desmesurado abeto que con sus ramas vacías cubría una parte del
techo, lucia acabado.