Enigma (Los Van Vladoisqui)

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¿Por qué no veían que estaba agonizando? ¿Por qué nadie podía
ayudarme? Mi propia tumba se estaba tapando con la arena.
Raely acercó su rostro al mío con delicadeza; con sus labios cálidos
depositó un beso en mi mejilla muy cerca de mis labios. Y luego
nuestros ojos se chocaron y permanecieron neutrales por unos
instantes.
Tengo… que irme… tarareó rompiendo el hielo.
Sí. Gracias, por acompañarme, Raely con apocamiento.
La sombra de su presencia se colaba y merodeaba por mi mente, su
reflejo en la sombra del recuerdo, el sonido de su voz en el zumbido
de soplo del aire. Tom estaba en todas partes de mi memoria.
En casa me encontré con no más que una nota esperándome. La
nota explicaba la ausencia de mis padres en casa; habían partido a
uno de los partidos de soccer de Thomas. Genial, la oscuridad no
podría hacerse más oscura.
Mi cuerpo apático se dejó caer en mi cama con mi rostro pegado a la
ventana, contemplando la lluvia, las nubes grises, la sequedad de la
luz. Y así de a poco mis ojos descansaron.
En la mañana del viernes el helado clima me devorada la piel y la
sangre; me producía escalofríos que se posesionaba de mis manos y
pies. Sentí una mano caliente en mi frente que pareció quemarme, e
hizo que me estremeciera. Luego escuché una voz aguda que hizo
que abriera mis ojos y vi dos figuras a un lado de mi cama.
¡Shsss…! Sigue durmiendo cariño. Tienes fiebre otra vez con
tono melódico pronunció mi madre.
Pero debo ir a la escuela renegué.
Ya llamé a tu director y te excusé. Así que no hay problema con
tono menudo pronunció mi padre.
No entiendo porque no se le quita esa fiebre, y ya ha tomado
mucho medicamento inquirió mi madre.
Estará bien mientras reposé aseguró mi padre.
Peter, se te hará tarde. Ve. Yo cuidaré de la niña dirigiéndose a
mi padre para despedirse.
Estuvo a mi lado durante el transcurso de la mañana colocando
sobre mi frente un pañuelo húmedo como cuando tenía hemorragias,