Enigma (Los Van Vladoisqui)

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lógica jamás terminará. Entonces me siento más aliviada, pero luego
llega el dolor; es la sensación que experimenta el ser existente; y
entonces me recuerda que si siento ha de ser porque tengo alma, y si
tengo un alma es porque existo. Y ese era el monologo de cada tarde,
tan incoherente que comencé a temer de estar enloqueciendo.
En las noches, en cada una sin falta es una ardua lucha para lograr
conciliar el sueño; tanto así que me olvidé del último sueño que había
tenido, pues mi dormir era corto, no alcanzaba a la etapa uno de las
fases del sueño, es una transición entre la vigilia y el sueño, como
estar o no estar dormida al mismo tiempo.
En verano, mientras las familias iban de vacaciones, la mía se quedó
estancada en Portland por los negocios de mi padre. Salimos algunos
días a las afueras a una casa de verano de un socio de papá. Mi padre
de nuevo solo se enojó conmigo, le preocupaba que su socio y la
familia se llevaran una mala impresión de mí, tuve que fingir por
algunas horas. Estuve concentrada en ello; bueno, al menos eso me
permitió mantenerme con vida un mes más.
En una noche cualquiera, con la luna iluminando en su esplendor, en
la cual una brisa sacudía a los castaños y el canto del silencio hacia
guardia en la noche. Fue cuando unos sigilosos pasos caminaban en
las escaleras; de inmediato exageré dándole un significado a esos
pasos. Salté de mi cama y corrí en dirección a ellos. No sé qué pasó
por mi cabeza para descontrolar todo mi cuerpo de tal manera; mi
tonta alma no quería entender que Tom jamás regresaría y que este
amor jamás acabaría, pues es tan infinito como las estrellas; así de
grande, así de lejano.
La desilusión también es cruel y aún no me acostumbraba a ella por
más cotidiana que se presentara. En señal resignada y devastadora,
me recosté en los escalones y de nuevo las lágrimas empañaron mis
ojos y así fue por horas hasta que perdí la conciencia, creo que
comencé a soñar; no lo sé, creo que lo olvidé. Pero lo que sí
recuerdo fue a mi padre alzándome entre sus brazos y poniéndome
sobre mi cama, abrigándome con las cobijas.
Buenas noches mi ángel susurró.
Aunque no estoy segura si en realidad pasó y si sus palabras no
fueron más que parte del sueño, o si mi anhelo de escuchar algo