Enigma (Los Van Vladoisqui)

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Miles y una fecha de 1943-1966. Me retiré de la lápida sin cambiar
mis ojos de su fijación en el nombre, mi sangre bombeaba con
precipitación, sentí miles de ojos en mi entorno, cerré los míos y los
apreté con fuerza ansiando que el instinto que me prevenía acabara.
Eran almas insaciables que anhelaban mi pavor. Me quedé helada
como una estatua, una lágrima fría bajó por mi mejilla, miré a mi
rededor lo que alcanzaran a ver mis ojos sin moverme. Decenas de
presencias distintas, todas al asecho, se alimentan de mi miedo. Yo
misma me lo había buscado; esas corrientes eléctricas que atraviesan
mi espalda, no me autorizaban pensar en cómo escapar de allí.
Cuando reaccioné no pensé, fue porque una mano helada me tomó
del pie, justo después quebré el hielo que me inmovilizaba y corrí tan
súbitamente como los relámpagos que se presenciaban en el cielo,
pero corría con las manos en mis oídos y los ojos cerrados; era obvio
que tropezara y cayera al suelo, mi error cedió a que me alcanzaran.
Las almas me hostigaban, no podía levantarme, manos recónditas
surgían de la tierra y me ataban al suelo, otras rasguñaban mi piel por
encima de mis ropas y creaban grandes rasgaduras. Intenté gritar
para que alguien lejos en el cementerio me auxiliara, pero comprobé
la desilusión de un mudo gritando auxilio, tan propio de cuando se
tiene pánico, mi voz estaba cortada. Mi corazón se salía de mi pecho.
Un espanto me hería sin clemencia. Desde ese día en el cementerio
ya no podía pensar en que las presencias habían disminuido su
impacto, ese día comenzó a cambiar todo, se desató el infierno en mi
mundo.
Abrí ligeramente mis ojos húmedos por las lágrimas, esta vez las
provocaba el miedo y el dolor que me causaban las heridas. Entonces
pude ver a Tom aparecer de repente; otra vez para salvarme, él sabía
el motivo por el cual protegerme allí era un gran error, pero yo no lo
sabía, tan siquiera lo imaginaba, tampoco me hacia una idea que se le
asemejara, pero bueno, aquello vendría después. Aun así apareció y
empujó a metros a los espectros con ferocidad; lucia ese esplendor
blanco luminoso que hipnotiza. Me quedé perdida en sus ojos
completamente abrumada de miedo, pero el alivio comenzaba a
vencerlo.