Enigma (Los Van Vladoisqui)

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repasar las comisuras de mis labios curvados en una sonrisa, una
acción involuntaria que realicé mientras me invadió el recuerdo.
Unos pasos que viajaron a prisa a la recepción de mis oídos haciendo
de inmediato que me bajase de las nubes y tomara postura de guardia
seguido por apresurados golpeteos de mi corazón en acción de
nervios repentinos.
Examiné la presencia que caminaba con pasos indecisos en el
segundo piso, de pronto mi corazón siguió con ritmo acelerado, pero
ahora la diferencia era que golpeaba mi pecho como suaves caricias.
Su presencia quitó todo el suicidio de la tarde trivial. Cuando los
sentí poner su pie en el primer escalón no resistí la ansiedad y corrí a
su encuentro.
Con la voz agitada.
Su silencio durante unos segundos borró mi sonrisa, su expresión era
oscura, totalmente apagada, con su rostro sumergido en dolor con
un poco de ira; en su mirada hacia el suelo en son de condena pude
distinguir la melancolía que lo acompañaba. Aquel no era él enojado,
sino un Tom desmoronándose en pedazos.
¿Qué ocurre? Con expresión confundida.
Alzó sus ojos y los fijó en los míos, pero no pudo retenerlos de esa
manera, así que apartó su vista y suspiró con desazón; sus labios se
abrieron para pronunciar una respuesta que no consiguió soltar.
Entendí que su silencio era por tener excesivas palabras, pero
ásperas, pude deducir que todo estaba mal.
¿Tom, que pasa? Le exigí con suavidad.
Luego retomó con éxito su intento de sostener su mirada frente a
mis ojos.
Vine porque… quería verte una vez más, escuchar el sonido de tu
voz, y… despedirme antes de no volver jamás con tono
desgarrado.
Sentí como sus palabras me asfixiaron, como un tremendo golpe se
estrelló contra mi pecho descargando toda su crueldad y deteniendo
mi corazón. Comencé a ahogarme en una atmósfera mohína, a
sumergirme en el dolor, sentí como me quedaba sin vida. Se formó
un tosco nudo en mi garganta y mis ojos se humedecieron en
lágrimas; con fervor luché para mantener la cordura, pero habían