Enigma (Los Van Vladoisqui)

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El recuerdo fue tan abrupto que provocó que me sacudiese en el
asiento trasero del coche, tanto que llamó la atención de Dux, pero
saqué mi mirada por la ventada evitando que sus ojos leyesen los
míos.
Corrí lejos de allí, a mis espaldas escuchaba los gemidos agudos que
emitía ese espectro. Quería herirme, podía hacerlo, tenía la suficiente
longevidad para perpetrarme daño, para ser tangible. Aunque escapar
se escapó de entre mis posibilidades, puesto que me enredé en el
césped y caí contra el suelo. No detuve mis gritos ni mi llanto, esto
ocasionó que los demás niños abandonasen sus escondites y se
acercaran hasta mí. El espectro estaba entre ellos, pero solo yo podía
avistarlo. Cubrí mis oídos y cerré mis ojos mientras todas eran
miradas confundidas, extrañadas me cubrían.
Por años evité ir a cumpleaños, fiestas, cenas, cualquier cosa que me
hiciese invitada en otra casa. Esta vez no lo pude controlar, la verdad
es que no tenía nada bajo control, solo era una mentira que me decía
a mí misma para apaciguarme.
Busqué opciones esmeradas que lograran desviar mi concentración,
la más precisa fue unos mensajes en mi teléfono, eran de Jimmy,
parece que sus vacaciones marchaban tal cual lo había imaginado,
acompañaba sus experiencias con fotos. Qué bien por él.
Una hora de camino, fue el tiempo trascurrido hasta pisar el lugar
proyectado, y, fue como lo supuse, como ya lo veía venir; la
atmósfera era discrepante y marchaba con paso promiscuo,
ocultándose en los rincones, tras los troncos de los árboles.
Era una casa ingente, una propiedad aislada de muchas otras,
asechada de frondosos bosques a su espalda. Era una casa blanca, de
aspecto dórico, tenía balcones y columnas altas, detalles decorativos
como ancones tallados sobre los enormes ventanales enrejados y
entorno a la puerta. ¡Ah! Era una casa muy bella, pero lógicamente
era antaña, lo cual la bautizaba como lóbrega y de allí emergían
hordas de desconfianza que despertaban todos mis sentidos.
- El señor Hill es un hombre muy importante para mis negocios, le
gusta que le dediquen respeto y no espero menos de ustedes -
advirtió Bruce cuando el auto cruzaba las rejas anteriores a la casa.
- No hay problema - serenó Dux con un aire de tranquilidad.