Enigma (Los Van Vladoisqui)

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- Tom, me asustaste. Estoy leyendo un papel - bromeé.
- Eso no contesta mi pregunta - con tono seco - ¿acaso no percibe
esa fuerza fantasmal y lo peligrosa que se presenta? - Con tono
enfadado y frunciendo el ceño.
Su severidad opacó la emoción de verle y borró mi sonrisa.
- Eso creo. Trato de buscar pistas de tu asesinato - recogiendo la
hoja que leía.
- Concéntrese en lo suyo que es más importante, y así... podré
marcharme de una vez por todas - con tono firme.
Sus palabras de alguna forma me derrumbaron, me hirieron tanto,
me resultaron crudas y crueles. Mi expresión decayó al ritmo de mi
corazón.
- Escuche... lo siento y... - esta vez aligeró su tono.
- Estás equivocado si crees que tienes algún tipo de compromiso
conmigo, eres libre de irte cuando quieras - lo interrumpí con voz
quebrada como no me hubiera gustado que fuese.
- No fue eso lo que quise decir... esto no está bien, mírenos, es un
daño el que nos hacemos al permanecer juntos... -
Levanté la mirada del suelo. Noté en sus ojos que se arrepintió de lo
que insinuó.
- Me refiero a... que le perjudico en vez de ayudarle... los vivos y los
muertos por simple lógica no tienen contacto como sucede con
nuestra amistad - agregó.
- Sí, igual ya te lo dije, eres libre de irte cuando quieras - reiteré.
Con enojo tomé los libros del suelo y acomodándolos de vuelta a su
lugar.
Una enorme carpeta con el título de "crímenes" que deduje de ahí se
había salido la hoja que tenía en mis manos. Tomé la carpeta en mi
mano vacía para llevarla.
Entonces una sombra pasó velozmente entre los estante y se movía
de forma brusca. El miedo ahora era diferente, sentí seguridad con
Tom cerca.
Una mujer vestida de negro, con su rostro totalmente desfigurado
mostraba una sonrisa de par a par, luciendo sus dientes; parecía él
alma de una practicante de magia negra, una bruja. Las había visto
antes, cuando era más pequeña. Su presencia era devastadora, el aire