Enigma (Los Van Vladoisqui)

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- Vamos, Peter. No seas tan duro con la niña - interfirió mi madre.
- ¡No te metas, Margaret! Te mantendré vigilada cada segundo hasta
que dejes de mentirme y hasta no saber en qué diablos estas metida -
agregó.
Y así como lo dijo lo cumplió, debí sentirme dichosa porque notara
que existo, pero sus presiones me encerraban entre cuatro muros de
concreto, sin un lugar a donde correr, sin un lugar a donde pueda
olvidar. Y viendo las cosas desde una perspectiva positiva el encierro
al que me sometió me libró del peligro que corría tras haber caído en
arrebatos por huir a buscar a Tom.
Durante la siguiente semana, Emma ya había salido de la clínica,
temerosa creo, de hallarse en su casa con algo semejante a lo que
vivió. Jimmy reservado con respecto a lo que interrogaría con solo
mencionarlo. Mi padre firme con su empeño en castigarme y una que
otra presencia que complemente todo. Así los días se iban entre una
tonalidad gris.
En el crepúsculo de una tarde en la que regaba las plantas del jardín
trasero, la aceleración pavorosa de mi corazón dirigida a algo nunca
antes temido, no entendía el motivo de mi miedo, pero la alerta
instintiva hacia algo no normal si lo comprendía. El agüero de un
cuervo que me observaba desde una rama, sentí el poderío de sus
ojos. Comencé a alejarme muy lento, caminando de espalda sin
perderle la mirada, y un crujido mortecino, el de su canto, dilató mis
pupilas, provenía del techo. Dos cuervos más, parados sobre el
tejado me vigilaban, pero luego ya no fue solo un crujido el que se
escuchó, seguido sonaron consecutivos sonidos en todos mis lados.
No sé el número exacto, ni tampoco sabía lo que significaba, habían
más de unos cien cuervos encerrándome, a donde mirara ahí estaban.
Mi respiración se trancó y mis manos lucían tenuemente
temblorosas. Examiné con delicadeza un lugar hacia donde correr,
pero el cuervo en la rama no me dio tiempo, crujió y luego junto con
todos los otros le lanzó contra mí.
Escuché decir que los cuervos eran símbolo de muerte, que su vago
y alicaído canto provocaba desgracias. Debería mencionar una
historia de un cuervo que cuando yo despertaba él esperaba en mi
ventana, una vez atenta de nuevo a la realidad se marchaba para