Enigma (Los Van Vladoisqui)

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su cuerpo parecía ser arrancada por aquel demonio prófugo de la
pintura, esbirro de Satanás. Apretaba sus dos brazos haciéndolos
sangrar con sus uñas en una especie de mutilación para la piel de
Emma; por su rostro resbalaba sangre, una profunda cortada se
extendía por su mejilla. Sufría de dolor y mi reacción era endurecida
al ayudarla. La macabra sonrisa del demonio aplaudía su crueldad, su
fija mirada procedente de sus cuencas profundas en su rostro donde
sus ojos rojos ardiendo en fuego satánico, reían.
Emma y Jimmy llegaron a ser imprescindibles para mí, era una
potestad tenerlos cerca. Desde mi infancia. Los protegería a toda
costa.
En un momento no meditado, de puro instinto, en medio del
desespero al ver como torturaba a mi amiga, me lancé contra el
demonio e intenté con todas mis fuerzas separarlo de ella; su
asqueroso cuerpo estaba lubricado con una sustancia pegajosa y
nauseabunda. Entonces sucedió una señal, o al menos eso me
pareció, fue como si mis ojos hubiesen sido arrastrados al medallón,
recalqué las palabras de Tom, era momento de ponerlas a prueba.
Quité el medallón de mi cuello y lo coloqué en el cuello de Emma,
inmediatamente las uñas y manos del demonio ardieron en fuego. Se
vio obligado a alejarse de ella, muy distanciado. Emma cayó al piso
casi inconsciente. Pero ahora, mi alma estada desprotegida y
expuesta, paralizada frente a ese horrible espectro, mi respiración era
descoordinada, su roñoso rostro me miraba con enojo y como un
perro rabioso enseñaba sus dientes colmilludos. Ahora era mi turno.
- ¿Quién eres? - Con tono desgarrado.
Esa pregunta me daría más tiempo para que apareciera Tom para
salvarnos.
En un principio hablaba en lenguas, más que palabras parecían
gruñidos, y no podía entender lo que pronunciaba. Su voz era
inmunda y aterradora.
- ¿Por qué lo haces? - con un hilo de voz.
De nuevo contestó, aunque no entendiera nada ese intento me daba
más tiempo antes de que se lanzara contra mí y desgarrara mi piel, mi
carne.