Enigma (Los Van Vladoisqui)

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a su alrededor era cortante y se sentía de nuevo el peso de la
atmósfera sobre los hombros, cuán difícil hacia mis movimientos
aquella densidad.
- Se lo he advertido. ¡Corra! Me haré cargo - avanzando varios pasos
hacia ella.
Correr era difícil, pues parecía tener dos bloques de hierro atados a
los pies, el aire parecía agotarse, sentí como algo intangible e
invisible, pero eficaz asfixiaba mi garganta, no me dejaba respirar;
pedí a Dios para que me permitiera salir a salvo y pronto de allí. Me
retracté de haber creído que el miedo ahora era más apacible, era una
mezcla entre miedo común y desespero.
Gritos y carcajadas desgarradoras volaban a mí alrededor, intenté
apresurar mi paso con dirección a la ostentosa puerta. Fue muy
penosa mí salida del lugar, por fortuna solo un joven en una mesa
leyendo divisó mi salida cayendo tras abrir la puerta. Luego me
invadió el alivio una vez me sentí a salvo.
Quise esperar a Tom, me preocupé por él, porque no parecía
regresar. Lo esperé durante todo el día, regresé a la entrada de la
bodega en repetidas ocasiones para ver si estaba allí. Siempre que
hallaba un espacio libre entre deber y deber, admiraba la puerta,
deseando febrilmente verle salir. Estaba demasiado angustiada, temí
que algo malo le hubiese ocurrido por mi culpa.
- Mrs. Scott, ya terminé ¿Qué otra tarea dedo hacer? - Recuperando
la voz con cada palabra.
- ¿Tan pronto? Qué joven tan juiciosa - sonrió - ahora... organiza la
sesión de ciencias, hay varios tomos mal acomodados -
- Sí. ¿Podría pedirle que me preste este documento por una semana?
Lo cuidaré - poniéndolo encima de su escritorio.
- ¡Ah! No lo sé, esas carpetas están aquí para guardarse, no para
prestarse, pero podrías llevar cualquier otro libro de aquí arriba - me
ofreció con gentileza.
- Por favor, tengo gran interés en este -
- Está bien. Solo porque eres la nieta de George, pero no se lo digas
a nadie -