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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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podía explicarse en favor <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> partidos. De esta forma, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

la victoria, Aristi<strong>de</strong> se reservaba una soberbia reaparición con un<br />

panegírico <strong>de</strong> <strong>los</strong> vencedores. Al día siguiente se <strong>de</strong>jó ver por toda la<br />

ciudad con el brazo en cabestrillo. A su madre, que había acudido, muy<br />

asustada por la nota <strong>de</strong>l periódico, se negó a enseñarle la mano y le habló<br />

con una amargura que ilustró a la anciana.<br />

—No será nada —dijo al <strong>de</strong>jarlo, tranquilizada y levemente burlona—. Sólo<br />

necesitas reposo.<br />

Gracias sin duda a este supuesto acci<strong>de</strong>nte y a la marcha <strong>de</strong>l subprefecto,<br />

El In<strong>de</strong>pendiente no se vio molestado, como lo fueron la mayoría <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

periódicos <strong>de</strong>mocráticos <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>partamentos.<br />

<strong>La</strong> jornada <strong>de</strong>l 4 transcurrió en Plassans en relativa calma. Hubo, por la<br />

tar<strong>de</strong>, una manifestación popular que se dispersó ante la aparición <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

gendarmes. Un grupo <strong>de</strong> obreros acudió a exigir la comunicación <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

<strong>de</strong>spachos <strong>de</strong> París al señor Garçonnet, quien se negó con altivez; al<br />

retirarse, el grupo lanzó gritos <strong>de</strong> «¡Viva la República! ¡Viva la<br />

Constitución!». Después, todo volvió al or<strong>de</strong>n. El salón amarillo, tras haber<br />

comentado largamente este inocente paso, <strong>de</strong>claró que las cosas iban <strong>de</strong><br />

la mejor manera.<br />

Pero las jornadas <strong>de</strong>l 5 y el 6 fueron más inquietantes. Se conoció<br />

sucesivamente la insurrección <strong>de</strong> <strong>los</strong> pueblecitos vecinos; todo el sur <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>partamento cogía las armas; <strong>La</strong> Palud y Saint-Martin <strong>de</strong>-Vaulx se habían<br />

sublevado <strong>los</strong> primeros, arrastrando en pos <strong>de</strong> el<strong>los</strong> a las al<strong>de</strong>as,<br />

Chavanoz, Nazères, Poujols, Valqueyras, Vernoux. Entonces el salón<br />

amarillo empezó a verse seriamente asaltado por el pánico. Lo que le<br />

inquietaba, sobre todo, era ver Plassans aislado en el propio seno <strong>de</strong> la<br />

revuelta. Bandas <strong>de</strong> insurgentes <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> recorrer <strong>los</strong> campos e<br />

interrumpir todas las comunicaciones. Granoux repetía con aire asustado<br />

que el señor alcal<strong>de</strong> estaba sin noticias. Y la gente empezaba a <strong>de</strong>cir que<br />

la sangre corría en Marsella y que en París había estallado una formidable<br />

revolución. El comandante Sicardot, furioso con la cobardía <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

burgueses, hablaba <strong>de</strong> morir a la cabeza <strong>de</strong> sus hombres.<br />

El 7, un domingo, el terror llegó al colmo. Des<strong>de</strong> las seis, el salón amarillo,<br />

don<strong>de</strong> estaba reunido <strong>de</strong> forma permanente una especie <strong>de</strong> comité<br />

reaccionario, se encontraba atestado por una multitud <strong>de</strong> hombrecil<strong>los</strong><br />

pálidos y temblorosos, que charlaban entre sí en voz baja, como en la<br />

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