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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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sea <strong>de</strong>vuelto. Ha salvado usted Plassans. Se necesitan en la época<br />

abominable que atravesamos, hombres que alíen su inteligencia con su<br />

valor: venga…<br />

Granoux, que recitaba un discursito que había preparado con gran<strong>de</strong>s<br />

fatigas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la alcaldía a la calle <strong>de</strong> la Banne, sintió que su memoria se<br />

trastornaba. Pero <strong>Rougon</strong>, ganado por la emoción, lo interrumpió,<br />

estrechándole las manos, repitiendo:<br />

—Gracias, querido Granoux, se lo agra<strong>de</strong>zco mucho.<br />

No se le ocurrió otra cosa. Entonces hubo una ensor<strong>de</strong>cedora exp<strong>los</strong>ión<br />

<strong>de</strong> voces. Cada cual se precipitó, le tendió la mano, lo cubrió <strong>de</strong> elogios y<br />

<strong>de</strong> cumplidos, lo interrogó con avi<strong>de</strong>z. Pero él, digno ya como un<br />

magistrado, pidió unos minutos para conferenciar con Granoux y Roudier.<br />

Los asuntos ante todo. ¡<strong>La</strong> ciudad se hallaba en una situación tan crítica!<br />

Se retiraron <strong>los</strong> tres a un rincón <strong>de</strong>l salón, y allí, en voz baja, se<br />

distribuyeron el po<strong>de</strong>r, mientras <strong>los</strong> contertulios, alejados unos cuantos<br />

pasos y fingiendo discreción, les echaban ojeadas a hurtadillas, en las que<br />

la admiración se mezclaba con la curiosidad. <strong>Rougon</strong> adoptaría el título <strong>de</strong><br />

presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la comisión municipal; Granoux sería secretario, y en cuanto<br />

a Roudier, se convertiría en comandante en jefe <strong>de</strong> la guardia nacional<br />

reorganizada. Aquel<strong>los</strong> señores se juraron apoyo mutuo, <strong>de</strong> una soli<strong>de</strong>z a<br />

toda prueba.<br />

Felicité, que se había acercado a el<strong>los</strong>, les preguntó bruscamente:<br />

—¿Y Vuillet?<br />

Se miraron. Nadie había visto a Vuillet. <strong>Rougon</strong> esbozó una leve mueca <strong>de</strong><br />

inquietud.<br />

—A lo mejor se lo han llevado con <strong>los</strong> otros… —dijo para tranquilizarse.<br />

Pero Felicité negó con la cabeza. Vuillet no era hombre como para <strong>de</strong>jarse<br />

coger. Des<strong>de</strong> el momento en que no se le veía, que no se le oía, es que<br />

estaba haciendo algo malo.<br />

Se abrió la puerta, Vuillet entró. Saludó humil<strong>de</strong>mente, con su parpa<strong>de</strong>o,<br />

su sonrisa encogida <strong>de</strong> sacristán. Después fue a ten<strong>de</strong>r su mano húmeda<br />

a <strong>Rougon</strong> y a <strong>los</strong> otros dos. Vuillet había arreglado sus asuntil<strong>los</strong> él solo.<br />

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