La fortuna de los Rougon - Emile Zola
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA
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y pidió llevárselo. Pierre estuvo encantado; <strong>de</strong>jó marchar al niño, sin hablar<br />
siquiera <strong>de</strong> aumentar la enteca pensión que le pasaba a Adélaï<strong>de</strong>, y que<br />
ahora tendría que bastar para dos.<br />
Adélaï<strong>de</strong> contaba entonces cerca <strong>de</strong> setenta y cinco años. Envejecida en<br />
una existencia monacal, ya no era la flaca y ardiente muchacha que corría<br />
a arrojarse al cuello <strong>de</strong>l cazador furtivo. Se había envarado y petrificado en<br />
el fondo <strong>de</strong> su casucha <strong>de</strong>l callejón <strong>de</strong> San Mittre, aquel agujero silencioso<br />
y tétrico don<strong>de</strong> vivía completamente sola, y <strong>de</strong>l que no salía más que una<br />
vez al mes, alimentándose <strong>de</strong> patatas y <strong>de</strong> legumbres. Recordaba, al verla<br />
pasar, a una <strong>de</strong> esas ancianas religiosas, <strong>de</strong> blancura muelle, <strong>de</strong> andares<br />
automáticos, a quienes el claustro ha <strong>de</strong>sinteresado <strong>de</strong> este mundo. Su<br />
cara <strong>de</strong>scolorida, siempre correctamente enmarcada por una cofia blanca,<br />
era como una cara <strong>de</strong> moribunda, una máscara vaga, apaciguada, <strong>de</strong><br />
suprema indiferencia. El hábito <strong>de</strong> un prolongado silencio la había vuelto<br />
muda; la oscuridad <strong>de</strong> su vivienda, la vista continua <strong>de</strong> <strong>los</strong> mismos objetos,<br />
habían apagado sus miradas y dado a sus ojos una limpi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> agua <strong>de</strong><br />
manantial. Era un renunciamiento absoluto, una lenta muerte física y<br />
moral, lo que había convertido poco a poco a la <strong>de</strong>sequilibrada amante en<br />
una grave matrona. Cuando sus ojos se clavaban, maquinalmente,<br />
mirando sin ver, se percibía por aquel<strong>los</strong> agujeros claros y hondos un gran<br />
vacío interior. De sus antiguos ardores voluptuosos sólo quedaba un<br />
ablandamiento <strong>de</strong> las carnes, un temblor senil <strong>de</strong> las manos. Había amado<br />
con brutalidad <strong>de</strong> loba, y <strong>de</strong> su pobre ser <strong>de</strong>sgastado, bastante<br />
<strong>de</strong>scompuesto ya para el ataúd, sólo se exhalaba el insulso aroma <strong>de</strong> una<br />
hoja seca. Extraño laboreo <strong>de</strong> <strong>los</strong> nervios, <strong>de</strong> <strong>los</strong> ásperos <strong>de</strong>seos que se<br />
habían roído a sí mismos, en una imperiosa e involuntaria castidad. Sus<br />
necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> amor, tras la muerte <strong>de</strong> Macquart, aquel hombre necesario<br />
para su vida, habían ardido en ella, <strong>de</strong>vorándola como a una muchacha<br />
enclaustrada, sin que pensara ni un instante en satisfacerlas. Acaso una<br />
vida <strong>de</strong> vergüenza la habría <strong>de</strong>jado menos cansada, menos embrutecida,<br />
que aquella insatisfacción que terminaba <strong>de</strong> contentarse con estragos<br />
lentos y secretos, que modificaban su organismo.<br />
A veces todavía, por aquella muerta, por aquella anciana <strong>de</strong>scolorida que<br />
no parecía tener ya una gota <strong>de</strong> sangre, pasaban crisis nerviosas, como<br />
corrientes eléctricas, que la galvanizaban y le <strong>de</strong>volvían durante una hora<br />
una vida <strong>de</strong> atroz intensidad. Se quedaba en la cama, rígida, con <strong>los</strong> ojos<br />
abiertos; <strong>de</strong>spués le entraban hipos y se <strong>de</strong>batía; tenía la fuerza horrorosa<br />
<strong>de</strong> esas locas histéricas a las que hay que atar para que no se rompan la<br />
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