04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

y pidió llevárselo. Pierre estuvo encantado; <strong>de</strong>jó marchar al niño, sin hablar<br />

siquiera <strong>de</strong> aumentar la enteca pensión que le pasaba a Adélaï<strong>de</strong>, y que<br />

ahora tendría que bastar para dos.<br />

Adélaï<strong>de</strong> contaba entonces cerca <strong>de</strong> setenta y cinco años. Envejecida en<br />

una existencia monacal, ya no era la flaca y ardiente muchacha que corría<br />

a arrojarse al cuello <strong>de</strong>l cazador furtivo. Se había envarado y petrificado en<br />

el fondo <strong>de</strong> su casucha <strong>de</strong>l callejón <strong>de</strong> San Mittre, aquel agujero silencioso<br />

y tétrico don<strong>de</strong> vivía completamente sola, y <strong>de</strong>l que no salía más que una<br />

vez al mes, alimentándose <strong>de</strong> patatas y <strong>de</strong> legumbres. Recordaba, al verla<br />

pasar, a una <strong>de</strong> esas ancianas religiosas, <strong>de</strong> blancura muelle, <strong>de</strong> andares<br />

automáticos, a quienes el claustro ha <strong>de</strong>sinteresado <strong>de</strong> este mundo. Su<br />

cara <strong>de</strong>scolorida, siempre correctamente enmarcada por una cofia blanca,<br />

era como una cara <strong>de</strong> moribunda, una máscara vaga, apaciguada, <strong>de</strong><br />

suprema indiferencia. El hábito <strong>de</strong> un prolongado silencio la había vuelto<br />

muda; la oscuridad <strong>de</strong> su vivienda, la vista continua <strong>de</strong> <strong>los</strong> mismos objetos,<br />

habían apagado sus miradas y dado a sus ojos una limpi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> agua <strong>de</strong><br />

manantial. Era un renunciamiento absoluto, una lenta muerte física y<br />

moral, lo que había convertido poco a poco a la <strong>de</strong>sequilibrada amante en<br />

una grave matrona. Cuando sus ojos se clavaban, maquinalmente,<br />

mirando sin ver, se percibía por aquel<strong>los</strong> agujeros claros y hondos un gran<br />

vacío interior. De sus antiguos ardores voluptuosos sólo quedaba un<br />

ablandamiento <strong>de</strong> las carnes, un temblor senil <strong>de</strong> las manos. Había amado<br />

con brutalidad <strong>de</strong> loba, y <strong>de</strong> su pobre ser <strong>de</strong>sgastado, bastante<br />

<strong>de</strong>scompuesto ya para el ataúd, sólo se exhalaba el insulso aroma <strong>de</strong> una<br />

hoja seca. Extraño laboreo <strong>de</strong> <strong>los</strong> nervios, <strong>de</strong> <strong>los</strong> ásperos <strong>de</strong>seos que se<br />

habían roído a sí mismos, en una imperiosa e involuntaria castidad. Sus<br />

necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> amor, tras la muerte <strong>de</strong> Macquart, aquel hombre necesario<br />

para su vida, habían ardido en ella, <strong>de</strong>vorándola como a una muchacha<br />

enclaustrada, sin que pensara ni un instante en satisfacerlas. Acaso una<br />

vida <strong>de</strong> vergüenza la habría <strong>de</strong>jado menos cansada, menos embrutecida,<br />

que aquella insatisfacción que terminaba <strong>de</strong> contentarse con estragos<br />

lentos y secretos, que modificaban su organismo.<br />

A veces todavía, por aquella muerta, por aquella anciana <strong>de</strong>scolorida que<br />

no parecía tener ya una gota <strong>de</strong> sangre, pasaban crisis nerviosas, como<br />

corrientes eléctricas, que la galvanizaban y le <strong>de</strong>volvían durante una hora<br />

una vida <strong>de</strong> atroz intensidad. Se quedaba en la cama, rígida, con <strong>los</strong> ojos<br />

abiertos; <strong>de</strong>spués le entraban hipos y se <strong>de</strong>batía; tenía la fuerza horrorosa<br />

<strong>de</strong> esas locas histéricas a las que hay que atar para que no se rompan la<br />

127

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!