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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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Entonces se cerró el trato. Felicité le hizo vestir el uniforme <strong>de</strong> guardia<br />

nacional que había traído. Tenía que retirarse pacíficamente a casa <strong>de</strong> tía<br />

Di<strong>de</strong>, para traer hacia media noche, a la plaza <strong>de</strong>l Ayuntamiento, a todos<br />

<strong>los</strong> republicanos que encontrase, asegurándoles que la alcaldía estaba<br />

vacía, que bastaría con empujar la puerta para apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> ella. Antoine<br />

pidió una señal, y recibió doscientos francos. Ella se comprometió a<br />

pagarle <strong>los</strong> otros ochocientos francos al día siguiente. Los <strong>Rougon</strong><br />

arriesgaban en esto <strong>los</strong> últimos céntimos <strong>de</strong> que podían disponer.<br />

Cuando Felicité hubo bajado, se quedó un instante en la plaza para ver<br />

salir a Macquart. Éste salió tranquilamente por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l retén,<br />

sonándose. De un puñetazo, en el cuarto <strong>de</strong> aseo, había roto el cristal <strong>de</strong>l<br />

techo, para que creyeran que había escapado por allí.<br />

—Listo —dijo Felicité a su marido al regresar a casa—. Será a media<br />

noche… A mí ya no me importa. Quisiera ver<strong>los</strong> fusilados a todos. Ayer, en<br />

la calle, nos hacían trizas.<br />

—Eras <strong>de</strong>masiado buena al vacilar —respondió Pierre, que se estaba<br />

afeitando—. Cualquiera, en nuestro lugar, haría lo mismo.<br />

Esa mañana, era miércoles, cuidó particularmente su arreglo. Fue su<br />

mujer la que lo peinó y le anudó la corbata. Le dio vueltas entre sus manos<br />

como a un niño que va a un reparto <strong>de</strong> premios. Después, cuando estuvo<br />

listo, lo miró, <strong>de</strong>claró que estaba muy <strong>de</strong>cente y que haría un gran papel<br />

en medio <strong>de</strong> <strong>los</strong> gran<strong>de</strong>s acontecimientos que se preparaban. Su gruesa<br />

cara pálida tenía, en efecto, una gran dignidad y un aire <strong>de</strong> heroica<br />

testaru<strong>de</strong>z. Lo acompañó hasta el primer piso, haciéndole sus últimas<br />

recomendaciones: no <strong>de</strong>bía per<strong>de</strong>r nada <strong>de</strong> su actitud valerosa, fuera cual<br />

fuera el pánico; había que cerrar las puertas más herméticamente que<br />

nunca; <strong>de</strong>jar a la ciudad agonizar <strong>de</strong> terror <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sus murallas; y sería<br />

excelente si él era el único en querer morir por la causa <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n.<br />

¡Qué jornada! Los <strong>Rougon</strong> hablan todavía <strong>de</strong> ella, como <strong>de</strong> una batalla<br />

gloriosa y <strong>de</strong>cisiva. Pierre fue en <strong>de</strong>rechura al ayuntamiento, sin<br />

inquietarse por las miradas ni las palabras que sorprendió al pasar. Se<br />

instaló allí magistralmente, como un hombre que no piensa abandonar su<br />

puesto. Envió simplemente un recado a Roudier, para advertirle <strong>de</strong> que<br />

recuperaba el po<strong>de</strong>r. «Vigile las puertas —<strong>de</strong>cía, sabiendo que esas líneas<br />

podían hacerse públicas—; yo vigilaré en el interior, haré respetar las<br />

propieda<strong>de</strong>s y a las personas. En el momento en que las malas pasiones<br />

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