04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

en la apacible cuenca cuya frescura calmaba su fiebre.<br />

Estos baños <strong>de</strong> pies engendraron en el ánimo <strong>de</strong> Miette un capricho que a<br />

punto estuvo <strong>de</strong> estropear sus hermosos amores inocentes. Quiso a toda<br />

costa bañarse <strong>de</strong>l todo. Un poco más arriba <strong>de</strong>l puente <strong>de</strong>l Viorne había<br />

una poza, muy a<strong>de</strong>cuada, <strong>de</strong>cía, apenas <strong>de</strong> tres o cuatro pies <strong>de</strong><br />

profundidad, y muy segura; hacía tanto calor, se estaría tan a gusto en el<br />

agua hasta <strong>los</strong> hombros; y a<strong>de</strong>más hacía mucho tiempo que se moría <strong>de</strong><br />

ganas <strong>de</strong> saber nadar, Silvère le enseñaría. Silvère oponía objeciones: <strong>de</strong><br />

noche no era pru<strong>de</strong>nte, podrían ver<strong>los</strong>, a lo mejor les haría daño; pero no<br />

<strong>de</strong>cía la verda<strong>de</strong>ra razón, estaba instintivamente muy alarmado ante la<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> este nuevo juego, se preguntaba cómo se <strong>de</strong>svestirían, y <strong>de</strong> qué<br />

forma se las arreglaría para sostener a Miette sobre el agua, en sus brazos<br />

<strong>de</strong>snudos. Ella no parecía sospechar tales dificulta<strong>de</strong>s.<br />

Una noche ella apareció con un traje <strong>de</strong> baño que se había cortado <strong>de</strong> un<br />

vestido viejo. Silvère tuvo que regresar a casa <strong>de</strong> tía Di<strong>de</strong> a buscar el<br />

suyo. <strong>La</strong> excursión fue totalmente ingenua. Miette ni siquiera se alejó; se<br />

<strong>de</strong>svistió con naturalidad a la sombra <strong>de</strong> un sauce, tan tupido que su<br />

cuerpo <strong>de</strong> niña sólo puso en él durante unos segundos una vaga blancura.<br />

Silvère, <strong>de</strong> piel morena, apareció en la noche como el tronco sombreado<br />

<strong>de</strong> un roble joven, mientras que las piernas y <strong>los</strong> brazos <strong>de</strong> la jovencita,<br />

<strong>de</strong>snudos y robustos, parecían <strong>los</strong> tal<strong>los</strong> lechosos <strong>de</strong> <strong>los</strong> abedules <strong>de</strong> la<br />

orilla. Después ambos, como vestidos con las manchas oscuras que el alto<br />

follaje proyectaba sobre el<strong>los</strong>, entraron alegremente en el agua,<br />

llamándose, lanzando exclamaciones, sorprendidos por el frescor. Y <strong>los</strong><br />

escrúpu<strong>los</strong>, las vergüenzas inconfesadas, <strong>los</strong> pudores secretos, quedaron<br />

olvidados. Allí estuvieron una hora larga, chapoteando, echándose agua a<br />

la cara, Miette enfadándose y luego estallando en risas, y Silvère dándole<br />

su primera clase, sumergiéndole <strong>de</strong> vez en cuando la cabeza, para curtirla.<br />

Mientras la sostenía con una mano por el cinturón <strong>de</strong>l traje, pasándole la<br />

otra mano bajo el vientre, ella movía furiosamente piernas y brazos, creía<br />

nadar; pero, en cuanto la soltaba, se <strong>de</strong>batía gritando y, con las manos<br />

extendidas, azotando el agua, se agarraba a don<strong>de</strong> podía, a la cintura <strong>de</strong>l<br />

joven, a una <strong>de</strong> sus muñecas. Se abandonaba un instante contra él,<br />

<strong>de</strong>scansaba, sin resuello, empapada, mientras su traje mojado dibujaba<br />

las gracias <strong>de</strong> su busto <strong>de</strong> virgen. Después gritaba:<br />

—Una vez más; pero lo haces adre<strong>de</strong>, no me sostienes.<br />

Y nada vergonzoso les venía <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> abrazos <strong>de</strong> Silvère, que se<br />

189

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!