La fortuna de los Rougon - Emile Zola
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA
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amigos <strong>los</strong> rojos, y que esperaba a la noche, en algún rincón, para<br />
arrojarse sobre <strong>los</strong> habitantes y pren<strong>de</strong>r fuego a la ciudad por <strong>los</strong> cuatro<br />
costados. Plassans, enclaustrada, aterrada, <strong>de</strong>vorándose a sí misma en su<br />
prisión <strong>de</strong> murallas, no sabía ya qué inventar para tener miedo. Los<br />
republicanos, ante la fiera actitud <strong>de</strong> <strong>Rougon</strong>, sintieron una breve<br />
<strong>de</strong>sconfianza. En cuanto a la ciudad nueva, a <strong>los</strong> abogados y a <strong>los</strong><br />
comerciantes retirados, que la víspera <strong>de</strong>spotricaban contra el salón<br />
amarillo, se quedaron tan sorprendidos que ya no se atrevieron a atacar<br />
abiertamente a un hombre <strong>de</strong> tal valor. Se contentaron con <strong>de</strong>cir que era<br />
una locura <strong>de</strong>safiar así a unos insurgentes victoriosos, y que ese heroísmo<br />
inútil iba a atraer sobre Plassans las mayores <strong>de</strong>sdichas. Después, hacia<br />
las tres, organizaron una <strong>de</strong>legación. Pierre, que ardía en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong><br />
exhibir su abnegación ante sus conciudadanos, no se atrevía a contar, sin<br />
embargo, con tan espléndida ocasión.<br />
Hubo palabras sublimes. Fue en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong>l alcal<strong>de</strong> don<strong>de</strong> el<br />
presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la comisión provisional recibió a la <strong>de</strong>legación <strong>de</strong> la ciudad<br />
nueva. Aquel<strong>los</strong> señores, tras haber rendido homenaje a su patriotismo, le<br />
suplicaron que no pensara en la resistencia. Pero él, con voz muy alta,<br />
habló <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber, <strong>de</strong> la patria, <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n, <strong>de</strong> la libertad y <strong>de</strong> otras muchas<br />
cosas. Por lo <strong>de</strong>más, no obligaba a nadie a imitarlo; cumplía simplemente<br />
lo que su conciencia y su corazón le dictaban.<br />
—Ya lo ven, caballeros, estoy solo —dijo al terminar—. Quiero cargar toda<br />
la responsabilidad para que nadie más que yo se vea comprometido. Y si<br />
hace falta una víctima, me ofrezco <strong>de</strong> todo corazón; <strong>de</strong>seo que el sacrificio<br />
<strong>de</strong> mi vida salve la <strong>de</strong> <strong>los</strong> habitantes.<br />
Un notario, el más capaz <strong>de</strong> la pandilla, le hizo observar que corría a una<br />
muerte segura.<br />
—Ya lo sé —prosiguió él gravemente—. ¡Y estoy preparado!<br />
Aquel<strong>los</strong> señores se miraron. Aquel «¡Y estoy preparado!» <strong>los</strong> <strong>de</strong>jó<br />
clavados <strong>de</strong> admiración. Decididamente, aquel hombre era un valiente. El<br />
notario lo instó a llamar en su ayuda a <strong>los</strong> gendarmes; pero él respondió<br />
que la sangre <strong>de</strong> esos soldados era muy valiosa, y que sólo la haría correr<br />
en último extremo. <strong>La</strong> <strong>de</strong>legación se retiró lentamente, emocionadísima.<br />
Una hora <strong>de</strong>spués, Plassans calificaba a <strong>Rougon</strong> <strong>de</strong> héroe; <strong>los</strong> más<br />
cobar<strong>de</strong>s lo llamaban «viejo loco».<br />
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