La fortuna de los Rougon - Emile Zola
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA
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Este último golpe <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino fue para ella tanto más sensible cuanto que<br />
la alcanzaba a la vez en sus ambiciones <strong>de</strong> mujer y en sus vanida<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />
madre. <strong>Rougon</strong> le repitió <strong>de</strong> la mañana a la noche: «¡Ya te lo había<br />
dicho!», lo cual la exasperó aún más.<br />
Un día, cuando ella le reprochaba amargamente al mayor las sumas <strong>de</strong><br />
dinero que le había costado su instrucción, éste le había dicho con no<br />
menor amargura:<br />
—Se lo reembolsaré más a<strong>de</strong>lante, si puedo. Pero, ya que no tenían<br />
uste<strong>de</strong>s <strong>fortuna</strong>, había que hacer <strong>de</strong> nosotros unos trabajadores. Somos<br />
unos <strong>de</strong>sclasados, sufrimos más que uste<strong>de</strong>s.<br />
Felicité comprendió la hondura <strong>de</strong> estas palabras. A partir <strong>de</strong> entonces,<br />
<strong>de</strong>jó <strong>de</strong> acusar a sus hijos, y volvió su cólera contra la suerte, que no se<br />
cansaba <strong>de</strong> herirla. Volvió a empezar con sus quejas, empezó a gemir más<br />
y mejor sobre la falta <strong>de</strong> <strong>fortuna</strong> que le impedía llegar a puerto. Cuando<br />
<strong>Rougon</strong> le <strong>de</strong>cía: «Tus hijos son unos haraganes, nos chuparán hasta el<br />
final», respondía agriamente: «Ojalá que yo tuviese más dinero que darles.<br />
Si vegetan, <strong>los</strong> pobres chicos, es porque no tienen un céntimo».<br />
A comienzos <strong>de</strong>l año 1848, en vísperas <strong>de</strong> la revolución <strong>de</strong> febrero, <strong>los</strong><br />
tres jóvenes <strong>Rougon</strong> tenían en Plassans posiciones muy precarias.<br />
Resultaban entonces unos tipos curiosos, profundamente diferentes,<br />
aunque paralelamente salidos <strong>de</strong> la misma cepa. Valían más, en suma,<br />
que sus padres. <strong>La</strong> raza <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>Rougon</strong> <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>purarse por sus mujeres.<br />
Adélaï<strong>de</strong> había hecho <strong>de</strong> Pierre un espíritu medio, apto para las<br />
ambiciones bajas; Félicité acababa <strong>de</strong> darles a sus hijos inteligencias más<br />
elevadas, capaces <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s vicios y <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s virtu<strong>de</strong>s.<br />
En esa época, el mayor, Eugène, contaba cerca <strong>de</strong> cuarenta años. Era un<br />
mozo <strong>de</strong> talla mediana, ligeramente calvo, con ten<strong>de</strong>ncia ya a la obesidad.<br />
Tenía la cara <strong>de</strong> su padre, una cara larga, <strong>de</strong> rasgos anchos; bajo la piel,<br />
se adivinaba la grasa que ablandaba sus redon<strong>de</strong>ces y daba al rostro una<br />
blancura amarillenta <strong>de</strong> cera. Pero, aunque se notaba aún el campesino en<br />
la estructura maciza y cuadrada <strong>de</strong> la cabeza, la fisonomía se<br />
transfiguraba, se iluminaba por <strong>de</strong>ntro, cuando la mirada <strong>de</strong>spertaba,<br />
alzando <strong>los</strong> pesados párpados. En el hijo, la pesa<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l padre se había<br />
convertido en gravedad. Este grueso mozo tenía <strong>de</strong> ordinario una actitud<br />
<strong>de</strong> po<strong>de</strong>roso sueño; por ciertos gestos amplios y fatigados, habría podido<br />
ser un gigante que estiraba sus miembros a la espera <strong>de</strong> la acción. Por<br />
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