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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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uno <strong>de</strong> esos supuestos caprichos <strong>de</strong> la naturaleza en <strong>los</strong> que la ciencia<br />

empieza a distinguir leyes, si el parecido físico con Pierre era completo en<br />

Eugène, Felicité parecía haber contribuido a proporcionar la materia<br />

pensante. Eugène presentaba el caso curioso <strong>de</strong> ciertas cualida<strong>de</strong>s<br />

morales e intelectuales <strong>de</strong> su madre hundidas en las carnes espesas <strong>de</strong> su<br />

padre. Tenía elevadas ambiciones, instintos autoritarios, un singular<br />

<strong>de</strong>sprecio por <strong>los</strong> pequeños medios y las pequeñas <strong>fortuna</strong>s. Era la prueba<br />

<strong>de</strong> que Plassans no se engañaba acaso al sospechar que Felicité tenía en<br />

las venas unas gotas <strong>de</strong> sangre noble. Los apetitos <strong>de</strong> goce que se<br />

<strong>de</strong>sarrollaban furiosamente en <strong>los</strong> <strong>Rougon</strong>, y que eran como la<br />

característica <strong>de</strong> esa familia, adoptaban en él una <strong>de</strong> sus facetas más<br />

elevadas; quería gozar, pero con las voluptuosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l espíritu,<br />

satisfaciendo su necesidad <strong>de</strong> dominio. Un hombre tal no estaba hecho<br />

para triunfar en provincias. Vegetó allí quince años, con <strong>los</strong> ojos puestos<br />

en París, acechando las ocasiones. Des<strong>de</strong> su regreso a la pequeña<br />

ciudad, para no comer el pan <strong>de</strong> sus padres se había inscrito en el Colegio<br />

<strong>de</strong> Abogados. Pleiteó <strong>de</strong> vez en cuando, ganándose malamente la vida,<br />

sin parecer elevarse por encima <strong>de</strong> una honrada mediocridad. En Plassans<br />

opinaban que su voz era pastosa, sus gestos duros. Era raro que lograse<br />

ganar la causa <strong>de</strong> un cliente; solía salirse <strong>de</strong>l tema, divagaba, según la<br />

expresión <strong>de</strong> <strong>los</strong> entendidos <strong>de</strong>l lugar. Un día, sobre todo, <strong>de</strong>fendiendo un<br />

asunto <strong>de</strong> daños y perjuicios, se olvidó, se perdió en consi<strong>de</strong>raciones<br />

políticas, hasta el punto <strong>de</strong> que el presi<strong>de</strong>nte le retiró la palabra. Se sentó<br />

inmediatamente, sonriendo con una singular sonrisa. Su cliente fue<br />

con<strong>de</strong>nado a pagar una suma consi<strong>de</strong>rable, lo cual no pareció hacerle<br />

lamentar en absoluto sus digresiones. Parecía consi<strong>de</strong>rar sus alegatos<br />

simples ejercicios que le servirían más a<strong>de</strong>lante. Eso era lo que Felicité no<br />

comprendía y lo que la <strong>de</strong>sesperaba; le habría gustado que su hijo dictase<br />

leyes en el tribunal civil <strong>de</strong> Plassans. Acabó por formarse una opinión muy<br />

<strong>de</strong>sfavorable <strong>de</strong> su primogénito; según ella, aquel chico dormido no podía<br />

ser la gloria <strong>de</strong> la familia. Pierre, en cambio, tenía en él una confianza<br />

absoluta, y no porque tuviera ojos más penetrantes que su mujer, sino<br />

porque se atenía a la superficie, y se halagaba a sí mismo al creer en el<br />

genio <strong>de</strong> un hijo que era su vivo retrato. Un mes antes <strong>de</strong> las jornadas <strong>de</strong><br />

febrero, Eugène se tornó inquieto; un olfato especial le hizo adivinar la<br />

crisis. A partir <strong>de</strong> entonces, el suelo <strong>de</strong> Plassans le quemaba <strong>los</strong> pies. Se<br />

le vio vagar por <strong>los</strong> paseos como un alma en pena. Después se <strong>de</strong>cidió<br />

bruscamente, marchó a París. No tenía ni quinientos francos en el bolsillo.<br />

Aristi<strong>de</strong>, el más joven <strong>de</strong> <strong>los</strong> hijos <strong>Rougon</strong>, era lo opuesto a Eugène,<br />

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