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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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su lógica se convertía en pura <strong>de</strong>mencia a <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> sus vecinos. Parecía<br />

querer exhibirse, buscar malignamente que todo, en su casa, fuera <strong>de</strong> mal<br />

en peor, cuando obe<strong>de</strong>cía con gran ingenuidad a <strong>los</strong> meros impulsos <strong>de</strong> su<br />

temperamento.<br />

Des<strong>de</strong> su primer parto sufrió crisis nerviosas que la sumían en terribles<br />

convulsiones. Estas crisis reaparecían periódicamente cada dos o tres<br />

meses. Los médicos que fueron consultados respondieron que no había<br />

nada que hacer, que la edad calmaría esos accesos. Le pusieron<br />

solamente un régimen <strong>de</strong> carnes poco hechas y <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> quina. Esas<br />

sacudidas repetidas terminaron por <strong>de</strong>sequilibrarla. Vivió al día, como una<br />

niña, como un animal acariciador que ce<strong>de</strong> a sus instintos. Cuando<br />

Macquart estaba <strong>de</strong> gira, se pasaba <strong>los</strong> días ociosa, soñadora, sin<br />

ocuparse <strong>de</strong> sus hijos más que para besar<strong>los</strong> y jugar con el<strong>los</strong>. Después,<br />

en cuanto regresaba su amante, <strong>de</strong>saparecía.<br />

Detrás <strong>de</strong> la casucha <strong>de</strong> Macquart había un patizuelo separado <strong>de</strong>l terreno<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> Fouque por una tapia. Una mañana, <strong>los</strong> vecinos quedaron muy<br />

sorprendidos al ver la tapia horadada por una puerta que no estaba allí la<br />

tar<strong>de</strong> anterior. En una hora, todo el arrabal <strong>de</strong>sfiló por las ventanas<br />

contiguas. Los amantes habían <strong>de</strong>bido <strong>de</strong> trabajar toda la noche para<br />

hacer la abertura y colocar la puerta. Ahora podían ir libremente <strong>de</strong> la casa<br />

<strong>de</strong>l uno a la <strong>de</strong>l otro. El escándalo volvió a empezar; fueron menos suaves<br />

con Adélaï<strong>de</strong>, que <strong>de</strong>cididamente era la vergüenza <strong>de</strong>l arrabal; aquella<br />

puerta, aquella confesión tranquila y brutal <strong>de</strong> vida en común le fue más<br />

violentamente reprochada que sus dos hijos. «Hay que guardar al menos<br />

las apariencias», <strong>de</strong>cían las mujeres más tolerantes. Adélaï<strong>de</strong> ignoraba lo<br />

que se <strong>de</strong>nomina «guardar las apariencias»; estaba muy feliz, muy<br />

orgul<strong>los</strong>a <strong>de</strong> su puerta; había ayudado a Macquart a arrancar las piedras<br />

<strong>de</strong>l muro, incluso le había mezclado el yeso para que la tarea avanzara<br />

más <strong>de</strong> prisa; por eso fue, al día siguiente, con una alegría infantil, a mirar<br />

su obra, a plena luz, lo cual pareció el colmo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>svergüenza a tres<br />

comadres, que la vieron contemplando el trabajo <strong>de</strong> albañilería aún fresco.<br />

A partir <strong>de</strong> entonces, a cada aparición <strong>de</strong> Macquart, pensaron, al no ver ya<br />

a la joven, que se iba a vivir con él a la casucha <strong>de</strong>l callejón <strong>de</strong> San Mittre.<br />

El contrabandista venía muy irregularmente, casi siempre <strong>de</strong> improviso.<br />

Nunca se supo con exactitud cuál era la vida <strong>de</strong> <strong>los</strong> amantes, durante <strong>los</strong><br />

dos o tres días que él pasaba en la ciudad, <strong>de</strong> vez en cuando. Se<br />

encerraban, la pequeña vivienda parecía <strong>de</strong>shabitada. Como el arrabal<br />

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