04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

menor; él le acusaba más bien <strong>de</strong> ser un día la ruina <strong>de</strong> su casa. En <strong>los</strong><br />

cuatro años que la pareja vivió con él, vociferó así, gastando en peleas su<br />

rabia impotente, sin que Aristi<strong>de</strong> ni Angèle perdieran en lo más mínimo su<br />

sonriente calma. Estaban plantados allí y allí se quedaban, como una<br />

mole. Por fin, Pierre tuvo una feliz oportunidad; pudo <strong>de</strong>volver a su hijo <strong>los</strong><br />

diez mil francos. Cuando quiso echar cuentas con él, Aristi<strong>de</strong> inventó<br />

tantas triquiñuelas que tuvo que <strong>de</strong>jarlo marchar sin retenerle ni un<br />

céntimo por <strong>los</strong> gastos <strong>de</strong> alimentación y alojamiento. <strong>La</strong> pareja fue a<br />

instalarse a unos pasos, en una plazuela <strong>de</strong>l barrio viejo, llamada la plaza<br />

<strong>de</strong> San Luis. Pronto se comieron <strong>los</strong> diez mil francos. Hubo que buscar<br />

una colocación. Aristi<strong>de</strong>, por lo <strong>de</strong>más, no cambió en nada su vida<br />

mientras hubo dinero en casa. Cuando llegó a su último billete <strong>de</strong> cien<br />

francos, se puso nervioso. Se le vio vagabun<strong>de</strong>ar por la ciudad con aire<br />

torvo; no tomó ya su tacita <strong>de</strong> café en el casino; miró cómo jugaban,<br />

febrilmente, sin tocar una carta. <strong>La</strong> miseria le volvió aún peor <strong>de</strong> lo que<br />

era. Durante mucho tiempo aguantó, se empeñó en no hacer nada. Tuvo<br />

un hijo en 1840, el pequeño Maxime, a quien por <strong>fortuna</strong> su abuela Felicité<br />

metió en un internado, y cuya pensión pagó en secreto. Era una boca<br />

menos en casa <strong>de</strong> Aristi<strong>de</strong>; pero la pobre Angèle se moría <strong>de</strong> hambre, y su<br />

marido tuvo por fin que buscar un puesto. Consiguió entrar en la<br />

subprefectura. Permaneció allí unos diez años, y no llegó a tener más que<br />

mil ochocientos francos <strong>de</strong> sueldo. Des<strong>de</strong> entonces, rencoroso,<br />

segregando bilis, vivió con el ansia continua <strong>de</strong> <strong>los</strong> goces <strong>de</strong> que se veía<br />

privado. Su ínfima posición le exasperaba; <strong>los</strong> miserables ciento cincuenta<br />

francos que le ponían en la mano le parecían una ironía <strong>de</strong> la <strong>fortuna</strong>.<br />

Jamás abrasó a un hombre semejante sed <strong>de</strong> saciar su carne. Felicité, a la<br />

cual contaba sus sufrimientos, no se disgustó al verlo hambriento; pensó<br />

que la miseria espolearía su pereza. Con el oído al acecho, emboscado,<br />

empezó a mirar a su alre<strong>de</strong>dor, como un ladrón que busca un buen golpe.<br />

A comienzos <strong>de</strong>l año 1848, cuando su hermano marchó a París, tuvo por<br />

un instante la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> seguirlo. Pero Eugène estaba soltero; él no podía<br />

arrastrar a su mujer tan lejos, sin tener en el bolsillo una cuantiosa suma.<br />

Esperó, olfateando una catástrofe, dispuesto a estrangular a la primera<br />

presa que apareciese.<br />

El otro hijo <strong>Rougon</strong>, Pascal, nacido entre Eugène y Aristi<strong>de</strong>, no parecía<br />

pertenecer a la misma familia. Era uno <strong>de</strong> esos casos frecuentes que<br />

<strong>de</strong>smienten las leyes <strong>de</strong> la herencia. <strong>La</strong> naturaleza engendra con<br />

frecuencia, en medio <strong>de</strong> una raza, un ser cuyos elementos saca por entero<br />

<strong>de</strong> sus fuerzas creadoras. Nada en lo moral ni en lo físico recordaba en<br />

61

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!