04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—¡Huir! Pero, mi pobre amigo, mañana seríamos el hazmerreír <strong>de</strong> la<br />

ciudad… ¿No te acuerdas <strong>de</strong> que has mandado cerrar las puertas?<br />

Pierre se <strong>de</strong>batía; imprimía a su espíritu una tensión extraordinaria;<br />

<strong>de</strong>spués, como vencido, en tono suplicante, murmuró:<br />

—Te lo ruego, encuentra una i<strong>de</strong>a, tú; aún no has dicho nada.<br />

Felicité alzó la cabeza, fingiendo sorpresa; y, con un gesto <strong>de</strong> profunda<br />

impotencia:<br />

—Soy una boba en estas materias —dijo—; no entiendo nada <strong>de</strong> política,<br />

me lo has repetido cien veces. —Y como su marido callaba, cortado,<br />

bajando <strong>los</strong> ojos, continuó lentamente, sin reproches—: Tú no me has<br />

puesto al tanto <strong>de</strong> tus asuntos, ¿verdad? Lo ignoro todo, ni siquiera puedo<br />

darte un consejo… Por otra parte, has hecho muy bien, las mujeres son a<br />

menudo parlanchinas, y es cien veces posible que <strong>los</strong> hombres conduzcan<br />

la barca so<strong>los</strong>.<br />

Decía esto con una ironía tan fina que su marido no sintió la crueldad <strong>de</strong><br />

sus chanzas. Experimentó simplemente un gran remordimiento. Y <strong>de</strong><br />

repente, se confesó. Habló <strong>de</strong> las cartas <strong>de</strong> Eugène, explicó sus planes, su<br />

conducta, con la locuacidad <strong>de</strong> un hombre que hace su examen <strong>de</strong><br />

conciencia y que implora un salvador. A cada instante, se interrumpía para<br />

preguntar: «¿Qué habrías hecho tú, en mi lugar?», o bien exclamaba:<br />

«¿Verdad? Tenía yo razón, no podía obrar <strong>de</strong> otro modo». Félicité no se<br />

dignaba hacer un gesto ni siquiera. Escuchaba, con la ceñuda rigi<strong>de</strong>z <strong>de</strong><br />

un juez. En el fondo, saboreaba goces exquisitos; por fin lo tenía cogido, a<br />

aquella buena pieza; y jugaba con él como una gata juega con una bola <strong>de</strong><br />

papel; y él tendía las manos para que ella le pusiera las esposas.<br />

—Pero espera —dijo Pierre saltando rápidamente <strong>de</strong> la cama—, voy a<br />

<strong>de</strong>jarte leer la correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Eugène. Juzgarás mejor la situación.<br />

Ella intentó vanamente <strong>de</strong>tenerlo por un faldón <strong>de</strong>l camisón; él <strong>de</strong>splegó<br />

las cartas sobre la mesilla <strong>de</strong> noche, se acostó, le leyó páginas enteras, la<br />

forzó a ojearlas ella misma. Ella contenía una sonrisa, empezaba a sentir<br />

lástima <strong>de</strong>l pobre hombre.<br />

—¿Y qué? —dijo, ansioso, cuando hubo acabado—. Ahora que lo sabes<br />

todo, ¿no ves alguna forma <strong>de</strong> salvarnos <strong>de</strong> la ruina? —Ella todavía no<br />

254

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!