04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Por otra parte, habían cesado toda conversación continuada; ya no<br />

hablaban <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más, tampoco hablaban <strong>de</strong> sí mismos; estaban en el<br />

mero minuto presente, intercambiando un apretón <strong>de</strong> manos, lanzando<br />

una exclamación al ver un rincón <strong>de</strong> paisaje, pronunciando escasas<br />

palabras, sin oírse <strong>de</strong>masiado, como adormilados por la tibieza <strong>de</strong> sus<br />

cuerpos. Silvère olvidaba sus entusiasmos republicanos; Miette sólo<br />

pensaba en que su enamorado <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jarla <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una hora, para<br />

mucho tiempo, quizá para siempre. Al igual que en <strong>los</strong> días ordinarios,<br />

cuando ningún adiós turbaba la paz <strong>de</strong> sus citas, se adormecían en el<br />

arrobamiento <strong>de</strong> sus ternezas.<br />

Seguían caminando. Pronto llegaron al atajo <strong>de</strong> que Miette había hablado,<br />

un trozo <strong>de</strong> callejuela que se a<strong>de</strong>ntra en el campo hasta una al<strong>de</strong>a<br />

construida a orillas <strong>de</strong>l Viorne. Pero no se <strong>de</strong>tuvieron, siguieron bajando,<br />

fingiendo no haber visto el sen<strong>de</strong>ro que se habían prometido no rebasar.<br />

Sólo unos minutos <strong>de</strong>spués Silvère murmuró:<br />

—Debe <strong>de</strong> ser muy tar<strong>de</strong>, te vas a cansar.<br />

—No, te lo juro, no estoy cansada —respondió la joven—. Caminaría así<br />

durante leguas. —Después añadió con voz mimosa—: ¿Quieres? Vamos a<br />

bajar hasta <strong>los</strong> prados <strong>de</strong> Santa Clara… Allí se acabará <strong>de</strong> veras,<br />

<strong>de</strong>sandaremos el camino.<br />

Silvère, a quien la marcha ca<strong>de</strong>nciosa <strong>de</strong> la cría acunaba, y que dormitaba<br />

suavemente, con <strong>los</strong> ojos abiertos, no hizo la menor objeción. Prosiguieron<br />

con su éxtasis. Avanzaban aflojando el paso, por temor al momento en<br />

que tendrían que subir la cuesta; mientras avanzaban, les parecía marchar<br />

hacia la eternidad <strong>de</strong> aquel abrazo que <strong>los</strong> ligaba el uno al otro; el regreso<br />

era la separación, la cruel <strong>de</strong>spedida. Poco a poco la pendiente <strong>de</strong> la<br />

carretera se volvía menos empinada. El fondo <strong>de</strong>l valle está ocupado por<br />

pra<strong>de</strong>ras que se extien<strong>de</strong>n hasta el Viorne, que corre al otro extremo, a lo<br />

largo <strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> colinas bajas. Estas pra<strong>de</strong>ras, separadas <strong>de</strong>l camino<br />

real por setos vivos, son <strong>los</strong> prados <strong>de</strong> Santa Clara.<br />

—¡Bah! —exclamó Silvère a su vez, al divisar las primeras extensiones <strong>de</strong><br />

hierba—, iremos hasta el puente.<br />

Miette soltó una fresca carcajada. Cogió al joven por el cuello y lo besó<br />

ruidosamente.<br />

22

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!