04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Silvère, sin que se atreviera por lo <strong>de</strong>más a regañar a la jovencita, cuyos<br />

escasos enfurruñamientos le <strong>de</strong>sesperaban. «¡Ah, qué mala! —pensaba<br />

dramatizando puerilmente la situación—, hará <strong>de</strong> mí un ladrón». Y Miette<br />

le metía en la boca su parte <strong>de</strong> la fruta robada. <strong>La</strong>s astucias que él<br />

empleaba —llevándola <strong>de</strong>l talle, evitando <strong>los</strong> árboles frutales, haciendo<br />

que lo persiguiera por las cepas—, para apartarla <strong>de</strong> esa necesidad<br />

instintiva <strong>de</strong> saqueo, agotaban pronto su imaginación. Y la obligaba a<br />

sentarse. Entonces volvían a ahogarse. <strong>La</strong>s hondonadas <strong>de</strong>l Viorne, sobre<br />

todo, estaban llenas para el<strong>los</strong> <strong>de</strong> una sombra febril. Cuando la fatiga <strong>los</strong><br />

llevaba a orillas <strong>de</strong>l torrente, perdían su hermosa alegría <strong>de</strong> chiquil<strong>los</strong>. Bajo<br />

<strong>los</strong> sauces flotaban tinieblas grises, semejantes a <strong>los</strong> crespones<br />

almizclados <strong>de</strong> un tocado femenino. Los niños sentían que esos<br />

crespones, como perfumados y tibios aún <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombros voluptuosos <strong>de</strong><br />

la noche, acariciaban las sienes, <strong>los</strong> envolvían en una invencible<br />

langui<strong>de</strong>z. A lo lejos, <strong>los</strong> gril<strong>los</strong> cantaban en <strong>los</strong> prados <strong>de</strong> Santa Clara, y el<br />

Viorne tenía a sus pies voces susurrantes <strong>de</strong> enamorados, ruidos<br />

dulcificados <strong>de</strong> labios húmedos. Del cielo dormido traía una lluvia cálida <strong>de</strong><br />

estrellas. Y bajo el temblor <strong>de</strong> ese suelo, <strong>de</strong> esas aguas, <strong>de</strong> esa sombra,<br />

<strong>los</strong> niños, acostados <strong>de</strong> espaldas, en plena hierba, uno al lado <strong>de</strong>l otro,<br />

<strong>de</strong>sfallecidos y con las miradas perdidas en la negrura, se buscaban las<br />

manos, intercambiaban un corto apretón.<br />

Silvère, que comprendía vagamente el peligro <strong>de</strong> esos éxtasis, se<br />

levantaba a veces <strong>de</strong> un salto proponiendo pasar a una <strong>de</strong> las islitas que<br />

las aguas bajas <strong>de</strong>scubrían en medio <strong>de</strong>l río. Ambos, <strong>de</strong>scalzos, se<br />

aventuraban; a Miette le traían sin cuidado <strong>los</strong> guijarros, no quería que<br />

Silvère la sostuviera, y una vez cayó sentada en medio <strong>de</strong> la corriente;<br />

pero no había ni veinte centímetros <strong>de</strong> agua, y salió <strong>de</strong>l trance poniendo a<br />

secar su falda encimera. Después, cuando estaban en la isla, se<br />

acostaban <strong>de</strong> bruces sobre una lengua <strong>de</strong> arena, con <strong>los</strong> ojos al nivel <strong>de</strong> la<br />

superficie <strong>de</strong>l agua, cuyas escamas <strong>de</strong> plata miraban estremecerse a lo<br />

lejos, en la noche clara. Entonces Miette <strong>de</strong>claraba que iba en barco, la<br />

isla avanzaba, con toda seguridad; notaba perfectamente que la<br />

arrastraba; este vértigo que les daba el gran caudal con que sus ojos se<br />

llenaban <strong>los</strong> divertía un instante, <strong>los</strong> mantenía allá, en la orilla, cantando a<br />

media voz, al igual que <strong>los</strong> barqueros que con <strong>los</strong> remos golpean el agua.<br />

Otras veces, cuando la isla tenía una ribera baja, se sentaban en ella<br />

como en un banco <strong>de</strong> verdor, <strong>de</strong>jando que sus pies <strong>de</strong>snudos colgasen en<br />

la corriente. Y durante horas conversaban, salpicando el agua a golpe <strong>de</strong><br />

talón, balanceando las piernas, disfrutando al <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nar tempesta<strong>de</strong>s<br />

188

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!