04.01.2019 Views

La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

uscamente voces guturales <strong>de</strong> jovencitas cantando en una lengua<br />

<strong>de</strong>sconocida, llena <strong>de</strong> acentos rudos.<br />

Pero <strong>los</strong> enamorados no miraban mucho rato afuera, al ejido <strong>de</strong> San<br />

Mittre; se apresuraban a volver a su hogar, seguían caminando a lo largo<br />

<strong>de</strong> su amado sen<strong>de</strong>ro cerrado y discreto. ¡Poco les preocupaban <strong>los</strong><br />

<strong>de</strong>más, la ciudad entera! <strong>La</strong>s pocas tablas que <strong>los</strong> separaban <strong>de</strong> la gente<br />

maligna les parecían, a la larga, una barrera infranqueable. Estaban tan<br />

so<strong>los</strong>, eran tan libres en aquel rincón situado en pleno arrabal, a cincuenta<br />

pasos <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> Roma, que a veces se imaginaban estar muy lejos,<br />

al fondo <strong>de</strong> alguna cavidad <strong>de</strong>l Viorne, en campo raso. De todos <strong>los</strong> ruidos<br />

que llegaban a el<strong>los</strong>, sólo escuchaban uno con una emoción inquieta, el <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> relojes sonando lentamente en la noche. Cuando daba la hora, a veces<br />

fingían no oírla, a veces se paraban en seco, como para protestar. Sin<br />

embargo, por más que se concedieran diez minutos <strong>de</strong> gracia, tenían que<br />

<strong>de</strong>cirse adiós. Habrían jugado, habrían charlado hasta la madrugada, con<br />

<strong>los</strong> brazos enlazados, con el fin <strong>de</strong> experimentar ese singular ahogo cuyas<br />

<strong>de</strong>licias saboreaban en secreto, con continuas sorpresas. Miette se <strong>de</strong>cidía<br />

por fin a subir por su tapia. Pero aún no se había acabado, la <strong>de</strong>spedida<br />

duraba todavía un cuarto <strong>de</strong> hora largo. Después <strong>de</strong> franquear el muro, la<br />

niña se quedaba allí, <strong>de</strong> codos sobre la albardilla, sujeta por las ramas <strong>de</strong><br />

la morera que le servía <strong>de</strong> escalera. Silvère, <strong>de</strong> pie en la lápida sepulcral,<br />

podía cogerle las manos, seguir charlando a media voz. Repetían más <strong>de</strong><br />

diez veces: «¡Hasta mañana!», y siempre encontraban nuevas palabras.<br />

Silvère rezongaba:<br />

—Vamos, baja; son más <strong>de</strong> las doce.<br />

Pero, con testaru<strong>de</strong>z <strong>de</strong> muchacha, Miette quería que él bajase el primero;<br />

<strong>de</strong>seaba verlo irse. Y como el joven se las tenía tiesas, ella acababa por<br />

<strong>de</strong>cir bruscamente, para castigarlo, sin duda:<br />

—Voy a saltar, vas a ver.<br />

Y saltaba <strong>de</strong> la morera, con gran susto <strong>de</strong> Silvère. Oía el ruido sordo <strong>de</strong> su<br />

caída; luego ella huía con un estallido <strong>de</strong> risa, sin querer contestar a su<br />

último adiós. Él se quedaba unos instantes mirando su sombra vaga<br />

hundirse en la oscuridad, y lentamente bajaba a su vez, se dirigía al<br />

callejón <strong>de</strong> San Mittre.<br />

Durante dos años, fueron allí cada día. Disfrutaron, en sus primeras citas,<br />

184

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!