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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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—No diga nada, pero tengo razones para pensar que <strong>Rougon</strong> pedirá la<br />

con<strong>de</strong>coración para mí. Es un buen chico.<br />

El ex fabricante <strong>de</strong> géneros <strong>de</strong> punto se puso serio y a partir <strong>de</strong> entonces<br />

se mostró <strong>de</strong> una gran cortesía. Habiendo ido Vuillet a charlar con él <strong>de</strong> la<br />

merecida recompensa que acababa <strong>de</strong> recibir su amigo, respondió en voz<br />

alta, para que lo oyera Felicité, sentada a unos pasos, que hombres como<br />

<strong>Rougon</strong> «honraban la Legión <strong>de</strong> Honor». El librero le hizo coro; esa<br />

mañana le habían dado la seguridad formal <strong>de</strong> que la clientela <strong>de</strong>l colegio<br />

le sería <strong>de</strong>vuelta. En cuanto a Sicardot, experimentó al principio un ligero<br />

fastidio al no ser ya el único con<strong>de</strong>corado <strong>de</strong> la pandilla. Según él, sólo <strong>los</strong><br />

militares tenían <strong>de</strong>recho a la cinta. El valor <strong>de</strong> Pierre lo sorprendía. Pero,<br />

buena persona en el fondo, se acaloró y acabó gritando que <strong>los</strong> Napoleón<br />

sabían distinguir a <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> corazón y energía.<br />

<strong>Rougon</strong> y Aristi<strong>de</strong> fueron recibidos, pues, con entusiasmo; todas las<br />

manos se tendieron hacia el<strong>los</strong>. Hasta llegaron a besar<strong>los</strong>. Angèle estaba<br />

en el canapé, al lado <strong>de</strong> su suegra, feliz, mirando la mesa con el asombro<br />

<strong>de</strong> una gran tragona que nunca había visto tantos platos juntos. Aristi<strong>de</strong> se<br />

acercó, y Sicardot acudió a felicitar a su yerno por el soberbio artículo <strong>de</strong><br />

El In<strong>de</strong>pendiente. Le <strong>de</strong>volvía su amistad. El joven, a las paternales<br />

preguntas que le dirigía, respondió que su <strong>de</strong>seo era marchar con su gente<br />

a París, don<strong>de</strong> su hermano Eugène lo favorecería; pero le faltaban<br />

quinientos francos. Sicardot se <strong>los</strong> prometió, viendo ya a su hija recibida<br />

en las Tullerías por Napoleón III.<br />

Entre tanto Félicité le había hecho una seña a su marido. Pierre, muy<br />

agasajado, interrogado cariñosamente sobre su pali<strong>de</strong>z, sólo consiguió<br />

escapar un minuto. Pudo murmurar al oído <strong>de</strong> su mujer que había<br />

encontrado a Pascal y que Macquart se marchaba esa noche. Bajó aún<br />

más la voz para informarla <strong>de</strong> la locura <strong>de</strong> su madre, poniéndose un <strong>de</strong>do<br />

en la boca, como para <strong>de</strong>cir: «Ni una palabra, nos arruinaría la velada».<br />

Felicité se mordió <strong>los</strong> labios. Intercambiaron una mirada en la cual leyeron<br />

un pensamiento común: ahora, la vieja no les molestaría; arrasarían la<br />

casucha <strong>de</strong>l furtivo, como habían arrasado las tapias <strong>de</strong>l cercado <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

Fouque, y contarían para siempre con el respeto y la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong><br />

Plassans.<br />

Pero <strong>los</strong> invitados miraban la mesa. Felicité hizo sentar a aquel<strong>los</strong><br />

caballeros. Fue una beatitud. Cuando cada uno cogía su cuchara,<br />

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