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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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Félicité distinguió <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong> la calle, tras un cristal, un cirio que ardía;<br />

velaban el cuerpo <strong>de</strong>l señor Peirotte, traído esa mañana <strong>de</strong> Sainte-Roure.<br />

Se sentó, sintiendo que ese cirio le calentaba la espalda. Pero las risas<br />

aumentaban, un grito <strong>de</strong> arrobo llenó el salón amarillo cuando aparecieron<br />

<strong>los</strong> postres.<br />

Y a esas horas, el arrabal estaba aún todo estremecido por el drama que<br />

acababa <strong>de</strong> ensangrentar el ejido <strong>de</strong> San Mittre. El regreso <strong>de</strong> las tropas,<br />

tras la matanza <strong>de</strong> la llanura <strong>de</strong> Nores, se caracterizó por atroces<br />

represalias. Hubo hombres a quienes mataron a culatazos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un<br />

lienzo <strong>de</strong> muralla, otros a quienes la pistola <strong>de</strong> un gendarme abrió la<br />

cabeza en el fondo <strong>de</strong> un barranco. Para que el horror cerrase <strong>los</strong> labios,<br />

<strong>los</strong> soldados sembraban <strong>de</strong> muertos la carretera Se les habría podido<br />

seguir por el rastro rojo que <strong>de</strong>jaban. Fue un prolongado <strong>de</strong>güello. En cada<br />

etapa asesinaban a algunos insurgentes. Mataron a dos en Sainte-Roure,<br />

a tres en Orchéres, a uno en Le Béage. Cuando la tropa hubo acampado<br />

en Plassans, junto a la carretera <strong>de</strong> Niza, se <strong>de</strong>cidió que se fusilaría aún a<br />

uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> prisioneros, el más comprometido. Los vencedores<br />

consi<strong>de</strong>raban conveniente <strong>de</strong>jar tras <strong>de</strong> sí ese nuevo cadáver, con el fin <strong>de</strong><br />

inspirar a la ciudad respeto al Imperio naciente. Pero <strong>los</strong> soldados estaban<br />

hartos <strong>de</strong> matar; no se presentó ninguno para la siniestra tarea. Los<br />

prisioneros, echados sobre las vigas <strong>de</strong>l aserra<strong>de</strong>ro como en una cama <strong>de</strong><br />

campaña, atados por las muñecas, <strong>de</strong> dos en dos, escuchaban, esperaban<br />

con un estupor cansado y resignado.<br />

En ese momento, el gendarme Renga<strong>de</strong> apartó bruscamente a la<br />

muchedumbre <strong>de</strong> curiosos. En cuanto se enteró <strong>de</strong> que la tropa volvía con<br />

varios cientos <strong>de</strong> insurrectos, se había levantado, tiritando <strong>de</strong> fiebre,<br />

arriesgando la vida en esa fría oscuridad <strong>de</strong> diciembre. Fuera, su herida se<br />

abrió, la venda que tapaba su órbita vacía se manchó <strong>de</strong> sangre; hilil<strong>los</strong><br />

rojos corrieron por su mejilla y por sus bigotes. Horroroso, con su cólera<br />

muda, la cara pálida envuelta en un lienzo ensangrentado, corrió a mirar a<br />

cada prisionero a la cara, largamente. Siguió así las vigas, bajándose,<br />

yendo y viniendo, estremeciendo a <strong>los</strong> más estoicos con su repentina<br />

aparición. Y <strong>de</strong> repente:<br />

—¡Ah! ¡Bandido, ya lo tengo! —gritó.<br />

Acababa <strong>de</strong> poner una mano en el hombro <strong>de</strong> Silvère. Silvère, en cuclillas<br />

sobre una viga, con la cara muerta, miraba a lo lejos, al frente, en el<br />

crepúsculo lívido, con aire dulce y estúpido. Des<strong>de</strong> la salida <strong>de</strong> Sainte-<br />

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