La fortuna de los Rougon - Emile Zola
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA
Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA
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Aquel<strong>los</strong> señores estaban muertos <strong>de</strong> frío y <strong>de</strong> cansancio. Al no ver ningún<br />
peligro inmediato, <strong>de</strong>cidieron tomarse unas horas <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso. Dejaron <strong>de</strong><br />
centinela a un guardia nacional, con la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> correr a avisar a Roudier,<br />
si advertía a lo lejos alguna banda. Granoux y <strong>Rougon</strong>, quebrantados por<br />
las emociones <strong>de</strong> la noche, llegaron a sus casas, que eran vecinas,<br />
sosteniéndose mutuamente.<br />
Félicité acostó a su marido con toda clase <strong>de</strong> precauciones. Le llamaba<br />
«pobrecito mío», le repetía que no <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>jarse impresionar así, que todo<br />
acabaría bien. Pero él negaba con la cabeza; sentía serios temores. Ella lo<br />
<strong>de</strong>jó dormir hasta las once. Después, cuando hubo comido, lo puso con<br />
buenos modos en la puerta, dándole a enten<strong>de</strong>r que había que llegar<br />
hasta el final. En la alcaldía, <strong>Rougon</strong> sólo encontró a cuatro miembros <strong>de</strong><br />
la comisión; <strong>los</strong> otros se disculparon; estaban realmente enfermos. El<br />
pánico, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mañana, soplaba sobre la ciudad con más áspera<br />
violencia. Esos señores no habían podido guardarse para sí el relato <strong>de</strong> la<br />
noche memorable pasada en la terraza <strong>de</strong> la mansión <strong>de</strong> Valqueyras. Sus<br />
criadas se habían apresurado a difundir la noticia, adornándola con<br />
<strong>de</strong>talles dramáticos. A esas horas, era cosa incorporada a la historia que<br />
habían visto en el campo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las alturas <strong>de</strong> Plassans, danzas <strong>de</strong><br />
caníbales <strong>de</strong>vorando a sus prisioneros, corros <strong>de</strong> brujas girando en torno a<br />
sus marmitas don<strong>de</strong> hervían niños, interminables <strong>de</strong>sfiles <strong>de</strong> bandidos<br />
cuyas armas brillaban al claro <strong>de</strong> luna. Y se hablaba <strong>de</strong> las campanas que<br />
tocaban por sí solas a rebato en el aire <strong>de</strong>solado, y se afirmaba que <strong>los</strong><br />
insurrectos habían prendido fuego a <strong>los</strong> bosques <strong>de</strong> las cercanías, y que<br />
toda la región estaba en llamas.<br />
Era martes, día <strong>de</strong> mercado en Plassans, Roudier se había creído en el<br />
<strong>de</strong>ber <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar que se abrieran las puertas <strong>de</strong> par en par para permitir la<br />
entrada a las escasas campesinas que traían verduras, mantequilla y<br />
huevos. En cuanto estuvo reunida, la comisión municipal, que sólo se<br />
componía <strong>de</strong> cinco miembros, contando al presi<strong>de</strong>nte, <strong>de</strong>claró que se<br />
trataba <strong>de</strong> una impru<strong>de</strong>ncia imperdonable. Aun cuando el centinela<br />
apostado en la mansión <strong>de</strong> Valqueyras no hubiera visto nada, era preciso<br />
que la ciudad siguiera cerrada. Entonces <strong>Rougon</strong> <strong>de</strong>cidió que el pregonero<br />
público, acompañado por un tambor, iría por las calles proclamando el<br />
estado <strong>de</strong> sitio en la ciudad y anunciando a <strong>los</strong> habitantes que quien<br />
saliese no podría volver a entrar. <strong>La</strong>s puertas fueron cerradas oficialmente,<br />
en pleno mediodía. Esta medida, tomada para tranquilizar a la población,<br />
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