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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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Al atar<strong>de</strong>cer, <strong>Rougon</strong> quedó muy extrañado al ver aparecer a Granoux. El<br />

ex comerciante <strong>de</strong> almendras se arrojó en sus brazos, llamándole «gran<br />

hombre» y diciéndole que quería morir con él. El «¡Y estoy preparado!»<br />

que su criada acaba <strong>de</strong> traerle <strong>de</strong> la frutería lo había entusiasmado <strong>de</strong><br />

veras. En el fondo <strong>de</strong> aquel cobardón, <strong>de</strong> aquel ser grotesco, había<br />

ingenuida<strong>de</strong>s encantadoras. Pierre lo retuvo, pensando que no tendría<br />

importancia. E incluso lo conmovió la abnegación <strong>de</strong>l pobre hombre; se<br />

prometió que el prefecto le felicitaría públicamente, lo cual haría reventar<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>specho a <strong>los</strong> <strong>de</strong>más burgueses, que lo habían abandonado tan<br />

cobar<strong>de</strong>mente. Y ambos esperaron la noche en la alcaldía <strong>de</strong>sierta.<br />

A esa misma hora, Aristi<strong>de</strong> se paseaba por su casa con pinta<br />

profundamente inquieta. El artículo <strong>de</strong> Vuillet lo había sorprendido. <strong>La</strong><br />

actitud <strong>de</strong> su padre lo <strong>de</strong>jaba estupefacto. Acababa <strong>de</strong> distinguirlo en una<br />

ventana, con corbata blanca y levita negra, tan tranquilo ante la proximidad<br />

<strong>de</strong>l peligro que todas sus i<strong>de</strong>as se habían trastornado en su pobre cabeza.<br />

Y, sin embargo, <strong>los</strong> insurgentes regresaban victoriosos, ésa era la creencia<br />

<strong>de</strong> la ciudad entera. Pero le entraban dudas, olfateaba alguna lúgubre<br />

farsa. No atreviéndose a presentarse en casa <strong>de</strong> sus padres, había<br />

enviado a su mujer. Cuando Angèle regresó, le dijo con voz cansina:<br />

—Tu madre te espera; no está nada furiosa, pero tiene pinta <strong>de</strong> burlarse<br />

bonitamente <strong>de</strong> ti. Me ha repetido en varias ocasiones que podías<br />

guardarte el pañuelo en el bolsillo.<br />

Aristi<strong>de</strong> se sintió terriblemente vejado. Por lo <strong>de</strong>más, corrió a la calle <strong>de</strong> la<br />

Banne, dispuesto a las más humil<strong>de</strong>s sumisiones. Su madre se contentó<br />

con acogerlo con risas <strong>de</strong> <strong>de</strong>sdén.<br />

—¡Ah!, pobre muchacho —le dijo al verlo—, <strong>de</strong>cididamente no eres muy<br />

listo.<br />

—¿Qué sabe uno, en un agujero como Plassans? —exclamó él,<br />

<strong>de</strong>spechado—. Me vuelvo idiota, palabra <strong>de</strong> honor. Ni una noticia, y todos<br />

tiritando. Es por estar encerrado en estas malditas murallas… ¡Ah, si<br />

hubiera podido seguir a Eugène a París! —Después, amargamente, viendo<br />

que Felicité seguía riéndose—: No ha sido usted amable conmigo, madre.<br />

Sé muchas cosas, fíjese… Mi hermano les tenía al corriente <strong>de</strong> lo que<br />

pasaba, y nunca me han dado la menor indicación útil.<br />

—¿Sabes eso, tú? —dijo Felicité poniéndose seria y <strong>de</strong>sconfiada—.<br />

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