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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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iban a intentar un golpe <strong>de</strong> mano <strong>de</strong>sesperado, y se atribuyó el mérito <strong>de</strong><br />

haber sido avisado a tiempo por su policía secreta. Después <strong>de</strong> trazar un<br />

cuadro sangriento <strong>de</strong> la matanza <strong>de</strong> la ciudad si esos miserables se<br />

adueñaban <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r, dio la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> no pronunciar una sola palabra y <strong>de</strong><br />

apagar todas las luces. Él mismo cogió un fusil. Des<strong>de</strong> la mañana,<br />

caminaba como en sueños; no se reconocía; sentía tras <strong>de</strong> sí a Felicité, en<br />

cuyas manos lo había arrojado la crisis <strong>de</strong> la noche, y se habría <strong>de</strong>jado<br />

ahorcar diciendo: «¡Qué más da, mi mujer va a venir a <strong>de</strong>scolgarme!».<br />

Para aumentar el alboroto y <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nar un espanto más prolongado<br />

sobre la ciudad dormida, rogó a Granoux que se dirigiera a la catedral y<br />

mandara tocar a rebato a <strong>los</strong> primeros disparos. El nombre <strong>de</strong>l marqués le<br />

abriría la puerta <strong>de</strong>l sacristán. Y en la sombra, en el silencio negro <strong>de</strong>l<br />

patio, <strong>los</strong> guardias nacionales, enloquecidos <strong>de</strong> ansiedad, esperaban, con<br />

<strong>los</strong> ojos clavados en el portal, impacientes por tirar, como al acecho <strong>de</strong> una<br />

manada <strong>de</strong> lobos.<br />

Mientras tanto Macquart había pasado el día en casa <strong>de</strong> tía Di<strong>de</strong>. Se había<br />

tumbado sobre el viejo arcón, echando <strong>de</strong> menos el diván <strong>de</strong>l señor<br />

Garçonnet. En diversas ocasiones tuvo unas ganas locas <strong>de</strong> ir a mermar<br />

sus doscientos francos en algún café vecino; aquel dinero, que había<br />

metido en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> bolsil<strong>los</strong> <strong>de</strong>l chaleco, le quemaba el costado; empleó<br />

el tiempo en gastarlo en su imaginación. Su madre, a cuya casa acudían<br />

<strong>los</strong> hijos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía unos días, enloquecidos, con semblantes pálidos, sin<br />

que ella saliera <strong>de</strong> su silencio, sin que su rostro perdiera su muerta<br />

inmovilidad, dio vueltas a su alre<strong>de</strong>dor, con sus movimientos rígidos <strong>de</strong><br />

autómata, sin parecer siquiera percibir su presencia. Ignoraba <strong>los</strong> temores<br />

que trastornaban la ciudad cerrada; estaba a mil leguas <strong>de</strong> Plassans,<br />

embarcada en esa continua i<strong>de</strong>a fija que mantenía sus ojos abiertos,<br />

vacíos <strong>de</strong> pensamientos. En ese momento, sin embargo, una inquietud,<br />

una preocupación humana a veces la hacía parpa<strong>de</strong>ar. Antoine, sin po<strong>de</strong>r<br />

resistir el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> comer un buen bocado, la envió a buscar un pollo<br />

asado a una casa <strong>de</strong> comidas <strong>de</strong>l arrabal. Cuando se sentó a la mesa:<br />

—¡Eh! —le dijo—, no comes pollo tan a menudo. Es para <strong>los</strong> que trabajan<br />

y saben llevar sus negocios. Tú siempre lo has <strong>de</strong>rrochado todo… Apuesto<br />

a que le das tus ahorros a esa mosquita muerta <strong>de</strong> Silvère. Tiene una<br />

amante, el hipócrita. Anda, si tienes unos ahorril<strong>los</strong> escondidos en algún<br />

rincón un día te <strong>los</strong> birlará lindamente.<br />

Reía burlón, se consumía <strong>de</strong> salvaje alegría. El dinero que tenía en el<br />

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