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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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juro que al cabo <strong>de</strong> una hora el alcal<strong>de</strong> y todos <strong>los</strong> funcionarios se<br />

encontrarán prisioneros, sin contar a su marido y a <strong>los</strong> contertulios <strong>de</strong> este<br />

salón.<br />

El marqués creyó ver una vaga sonrisa pasar por <strong>los</strong> labios <strong>de</strong> Félicité,<br />

mientras ella respondía con aire espantado:<br />

—¿Usted cree?<br />

—¡Pardiez! —prosiguió Sicardot—, <strong>los</strong> republicanos no son tan tontos<br />

como para <strong>de</strong>jar enemigos a sus espaldas. Mañana, Plassans estará vacío<br />

<strong>de</strong> funcionarios y <strong>de</strong> buenos ciudadanos.<br />

Ante estas palabras, que había provocado hábilmente, Felicité soltó el<br />

brazo <strong>de</strong> su marido. Pierre ya no puso cara <strong>de</strong> salir. Gracias a su mujer,<br />

cuya sabia táctica se le escapó, por lo <strong>de</strong>más, y cuya secreta complicidad<br />

ni sospechó por un instante, acababa <strong>de</strong> vislumbrar todo un plan <strong>de</strong><br />

campaña.<br />

—Habría que <strong>de</strong>liberar antes <strong>de</strong> tomar una <strong>de</strong>cisión —le dijo al<br />

comandante—. Quizá mi mujer no esté equivocada, al acusarnos <strong>de</strong><br />

olvidar <strong>los</strong> verda<strong>de</strong>ros intereses <strong>de</strong> nuestras familias.<br />

—No, claro, la señora no está equivocada —exclamó Granoux, que había<br />

escuchado <strong>los</strong> gritos aterrados <strong>de</strong> Félicité con el arrobamiento <strong>de</strong> un<br />

cobar<strong>de</strong>.<br />

El comandante se caló el sombrero, con un gesto enérgico, y dijo, con voz<br />

clara:<br />

—Equivocada o no, poco me importa. Soy el comandante <strong>de</strong> la guardia<br />

nacional, <strong>de</strong>bería estar ya en el ayuntamiento. Confiese que tiene usted<br />

miedo y me <strong>de</strong>ja solo… Conque buenas noches.<br />

Giraba el pomo <strong>de</strong> la puerta, cuando <strong>Rougon</strong> le retuvo con vehemencia.<br />

—Escuche, Sicardot —dijo.<br />

Y lo arrastró a un rincón, al ver que Vuillet aguzaba sus anchas orejas. Allí,<br />

en voz baja, le explicó que era lógico <strong>de</strong>jar tras <strong>los</strong> insurgentes unos<br />

cuantos hombres enérgicos, que pudieran restablecer el or<strong>de</strong>n en la<br />

ciudad. Y como el feroz comandante se empeñaba en no querer <strong>de</strong>sertar<br />

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