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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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omeaba, ponía un vozarrón, una voz <strong>de</strong> coco, a la que el eco daba una<br />

dulzura ronca.<br />

—No, no —refunfuñaba—, hoy no te quiero, te hago muecas; mira qué fea<br />

soy.<br />

Y se entretenía viendo las formas disparatadas que adoptaban sus caras<br />

ensanchadas, danzando sobre el agua.<br />

Una mañana, se enfadó en serio. No encontró a Silvère en la cita, y lo<br />

esperó cerca <strong>de</strong> un cuarto <strong>de</strong> hora, haciendo chirriar en vano la roldana.<br />

Iba a alejarse, exasperada, cuando por fin llegó. En cuanto lo vio,<br />

<strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nó una verda<strong>de</strong>ra tempestad en el pozo; agitaba el cubo con<br />

una mano irritada, el agua negruzca remolineaba con sordas salpicaduras<br />

contra las piedras. Por más que Silvère le explicó que tía Di<strong>de</strong> lo había<br />

retenido, a todas las disculpas ella respondía:<br />

—Me has puesto triste, no quiero verte.<br />

El pobre chico interrogaba con <strong>de</strong>sesperación al oscuro agujero, lleno <strong>de</strong><br />

ruidos lamentables, don<strong>de</strong> le esperaba, <strong>los</strong> otros días, una visión tan clara,<br />

en el silencio <strong>de</strong>l agua muerta. Tuvo que retirarse sin haber visto a Miette.<br />

Al día siguiente, anticipándose a la hora <strong>de</strong> la cita, miraba<br />

melancólicamente <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l pozo, sin oír nada, diciéndose que aquella<br />

cabecita loca quizá no vendría, cuando la niña, que estaba ya al otro lado,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> acechaba taimadamente su llegada, se inclinó <strong>de</strong> repente,<br />

estallando en risas. Todo quedó olvidado.<br />

Hubo así dramas y comedias <strong>de</strong> <strong>los</strong> que el pozo fue cómplice. Aquel<br />

bendito agujero, con sus espejos blancos y su eco musical, apresuró<br />

singularmente su cariño. Le dieron una vida extraña, lo llenaron a tal punto<br />

con sus jóvenes amores que, mucho <strong>de</strong>spués, cuando ya no acudieron a<br />

acodarse en <strong>los</strong> brocales, Silvère, cada mañana, al sacar el agua, creía<br />

ver aparecer en él la cara risueña <strong>de</strong> Miette, en la media luz estremecida y<br />

todavía emocionada por toda la alegría que habían puesto allí.<br />

Aquel mes <strong>de</strong> gozosa ternura salvó a Miette <strong>de</strong> su muda <strong>de</strong>sesperación.<br />

Sintió <strong>de</strong>spertarse sus afectos, sus dichosas <strong>de</strong>spreocupaciones <strong>de</strong> niña,<br />

que la odiosa soledad en que vivía había comprimido en su interior. <strong>La</strong><br />

certeza <strong>de</strong> que era amada por alguien, <strong>de</strong> que ya no se encontraba sola en<br />

el mundo, le hizo tolerables las persecuciones <strong>de</strong> Justin y <strong>de</strong> <strong>los</strong> chavales<br />

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