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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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Aristi<strong>de</strong> dijo que toda la ciudad hablaba <strong>de</strong> eso. Pero recobraba su aplomo;<br />

le <strong>de</strong>volvió a su madre su burla; la miró a la cara, añadiendo:<br />

—Había venido a ver si papá estaba herido.<br />

—Vaya, ¡no hagas el idiota! —exclamó Félicité, con su petulancia—. Yo,<br />

en tu lugar, obraría con toda franqueza. Te has equivocado en eso,<br />

confiésalo, enrolándote con tus bribones republicanos. Hoy no te<br />

importaría <strong>de</strong>jar<strong>los</strong> y volver con nosotros, que somos <strong>los</strong> más fuertes. ¡Eh!<br />

¡Tienes la casa abierta!<br />

Pero Aristi<strong>de</strong> protestó. <strong>La</strong> República era una gran i<strong>de</strong>a. Y a<strong>de</strong>más <strong>los</strong><br />

insurrectos podían ganar.<br />

—¡Déjame en paz! —continuó la anciana, irritada—. Tienes miedo <strong>de</strong> que<br />

tu padre te reciba mal. Me encargo <strong>de</strong>l asunto… Escúchame: vas a ir a tu<br />

periódico, y redactarás <strong>de</strong> hoy a mañana un número muy favorable al<br />

golpe <strong>de</strong> Estado, y mañana por la noche, cuando ese número haya<br />

aparecido, volverás aquí, serás acogido con <strong>los</strong> brazos abiertos. —Y como<br />

el joven callaba—: ¿Oyes? —prosiguió en voz más baja y más ardiente—,<br />

se trata <strong>de</strong> nuestra <strong>fortuna</strong>, <strong>de</strong> la tuya. No vuelvas a empezar con tus<br />

idioteces. Ya estás bastante comprometido así.<br />

El joven hizo un gesto, el gesto <strong>de</strong> César al pasar el Rubicón. De esta<br />

manera, no adquiría ningún compromiso verbal. Cuando iba a retirarse, su<br />

madre añadió, buscando el nudo <strong>de</strong> su cabestrillo:<br />

—Y, ante todo, tienes que quitarte ese trapo. Resulta ridículo, ¿sabes?<br />

Aristi<strong>de</strong> la <strong>de</strong>jó. Cuando el pañuelo estuvo <strong>de</strong>satado, él lo dobló<br />

cuidadosamente y se lo metió en el bolsillo. Después besó a su madre<br />

diciendo:<br />

—¡Hasta mañana!<br />

En esos momentos, <strong>Rougon</strong> tomaba oficialmente posesión <strong>de</strong>l<br />

ayuntamiento. Sólo quedaban ocho concejales; <strong>los</strong> otros se encontraban<br />

en manos <strong>de</strong> <strong>los</strong> insurgentes, así como el alcal<strong>de</strong> y <strong>los</strong> dos tenientes <strong>de</strong><br />

alcal<strong>de</strong>. Estos ocho señores, <strong>de</strong> la fuerza <strong>de</strong> Granoux, tuvieron sudores <strong>de</strong><br />

angustia cuando este último les explicó la crítica situación <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Para compren<strong>de</strong>r con qué espanto acudieron a echarse en brazos <strong>de</strong><br />

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